CRÉMER CONTRA CRÉMER
León se mueve
SIN DUDA se trata del síndrome del pelotón: Tan atentos estamos a este universal evento de la competición universal de patadistas federados que muy pocos de los leoneses advirtieron que la tierra se movía, que en algún lugar de nuestra geografía más próxima fuerzas telúricas acaso estaban empeñados en llevarnos al camino de la meditación y del consenso, sin necesidad de manifestarse en Madrid. En La Cabrera, nada menos, que es, sin duda, una de las zonas más características del leonesismo andante y triunfante, en donde incluso, según los hablistas de la Academia de la Lingua nostra, se habla el lionés más puro, la tierra tembló. Muchos de los que por casual y feliz circunstancia se hallaban despiertos y atentos a los latidos del corazón de la tierra, dieron la voz de alarma: ¡Españoles de todos los países y regiones, nos hundimos, nos vamos a la mierda, nos lleva el maldito a sus antros penitenciales para que al fin paguemos por los muchos errores que estamos cometiendo. Digamos, con mucha menos retórica, que se produjo un temblor de tierra, un terremoto, que alcanzo como alcanzó el nivel de intensidad de solamente tres grados de la escala de ese registrador del pálpito del mundo, no había producido ni víctimas no daños. ¡Alabado sea el señor! Peor hubiera sido que el desastre se hubiera producido en alguno de los campos alemanes destinados a la mayor gloria y provecho de los profesionales de la patada... Eran aproximadamente las ocho menos cuarto por todos los relojes, cuando el bello durmiente, se sintió levemente sacudido y despertó a «la parienta»: «¿No sientes nada? A lo que la interrogada, en plena actividad soñadora, creyendo que el maromo se refería a otra cosa, le respondió: «¡Coña Feliciano, ahora no!»... Y efectivamente, dijera lo que quisiera la bien dormida dama, la tierra temblaba, estando situado el epicentro del fenómeno en La Cabrera, como hemos dicho y repetimos para que la fecha y el lugar se tengan en cuenta para lo que pueda ocurrir. Porque según el calendario de no sé dónde nos encontramos en pleno años del Diablo y para el diablo, y bien pudiera ser este movimiento, nacido en las entrañas de la tierra un aviso, una advertencia, una manera que tiene la providencia de ese señalar sus premoniciones. ¿No será que se nos advierte de la manera que el destino suele hacerlo utilizando las fuerzas de a naturaleza para ello, que merecemos ser castigados por nuestro muchos errores y nuestras incalculables culpas con terremotos, con derrotas deportivas y con alteración de la estructura política en la que nos movemos con tantísima torpeza? No es esta la vez primera que se `produce en León un levantamiento de fuerzas interiores al servicio de los dioses: Andábamos nosotros celebrando uno de esos saraos que en León siempre se hacen comiendo y bebiendo, cuando también la tierra se sintió como incómoda y realizó un movimiento para acomodarse. Se movieron los vasos en los vasares y se deslizó algún plato hacia el suelo. De nada sirvió la advertencia. Seguimos lo mismo de mal y nos merecimos este terremoto del cual damos cuenta. ¡De nada!