CORNADA DE LOBO
En corro o corral
LO REDONDO manda en la naturaleza, la universa vida. Lo grande propende a lo circular: un astro, una célula, un átomo (cosa grandísima es el átomo). En redondo y haciendo bola se arrejuntan las angulas cuando se disponen a cruzar el Atlántico arrastradas por las corrientes del Golfo y, así, dejándose al pairo, se pasan tres años navegando desde los Sargazos hasta las rías cantábricas donde se disuelve la pelota-pelotón al sentir el agua dulce; y entonces, cada angulilla ha de buscar por sí sola su destino incierto que, más que llegar a viejas, suele ser el plato de un tripalari que hierve o un buque factoría japonés. Cuando los hombres eran de tierra y no pasaban de ser clan o tribu, en redondo se juntaban. «Comen en corro», dice Strabón de los astures. En corro comentaban o deliberaban las comunidades humanas hasta que se inventó el oficio de jefe y el pegamento al trono. En corro se hace la fiesta y la velada. En corro se pegan o luchan de broma los montañeses afganos o riañeses. En corro a la sombra de un atrio o de un negrillo se arremolina la vecindad para gobernarse en sus concejos. Lo más democrático (y casi lo único) que el hombre pudo inventar es el corro, porque cuando la gente hace ese cerco de la patata allí no hay primero ni último, ni nadie está arriba para que el resto se quede abajo, no hay púlpito ni masa que acate la doctrina, no hay estrado para unos y banco corrido para el resto que son sólo almas peatonas... en el corro manda la horizontalidad llana y la paridad, aunque haya siempre alguno con ganas de ser el cantante o dominante. Así se gobierna el home libre cuando se sacude realengos, señoríos y abadengos. Así se gobernaba... porque hoy manda el teatro escénico, el paripé jerárquico, la distinción, el rango en las alturas y el pueblo en sus bajuras, callando. Escribo esto ante una foto de prensa de un pleno en el ayuntamiento de San Andrés, en ese salón donde una modernez gagá fulminó cualquier horizontalidad democrática para levantar altísimos estrados donde un necio con carguín podría creerse esa autoridad que de dentro jamás le saldría. Más que corro o semicorro (hemiciclo), sería corral ese salón y parece un tribunal de inquisiciones y verticalismos hitlerianos. Eso no es lo malo. Lo trágico es que a más de uno le encanta y como tribuno lo goza.