Cerrar

Creado:

Actualizado:

EN EL PLEXO solar de Mazzerati metió un golazo de cabeza un grandísimo Zidane salido de quicio. Lo normal de esos cabezazos de disuasión es darlos directamente en la nariz con intenciones de esferular el tabique, que es donde duele, obligando al agredido a agachar el tarro, en cuyo momento la técnica gitana aconseja un rodillazo a seguir en todos los morros y un crochet enganchado que le espatarre, de manera que lo de Zidane ha sido una versión venial y hasta civilizada de lo que quizá Mazeratti se venía buscando, porque hay quien asegura que antes de la agresión el italiano le había llamado al francés «terrorista argelino», aunque un lector de labios que analizó las imágenes certifica que dijo algo de su hermana, coño, una hermana metida en juego, con lo que duele el honor familiar tirado en el césped. Hay quien se escandalizó al ver, sin embargo, que Zidane era elegido como mejor futbolista de este mundial al que los españoles fuimos «a por ellos» y vinimos sin «ellos», trasquilados y sin pelos en el culo, que por ahí nos fue el golazo de Zizou que consumó el apeo de la armada invencible del bombo en las tierras del norte. A mí me gusta monsieur Zidane en toda su línea y en su estilo -de común sosegado y casi benedictino-, incluyendo ese cabezazo que pone cierto toque de elegancia en sus furias, en su genio de genio, porque ese topetón de carnero en el pecho de un italiano grandón es sin duda el detalle que devuelve a un divino al suelo de los mortales, a la talla humana que algunos de la galaxia del oro y del nombre con peana parecen no tener u olvidar. Ese cabezazo inesperado podría entenderse como enrabietado desprecio a la más elemental ley deportiva, como un «pa lo que me queda en el convento, me cago dentro», pero uno de Tineo y yo lo disculpamos porque la elegancia sistemática tiene derecho a una excepción. Es más, si la ceremonia leonesa de «Las Cabezadas» se convirtiera en «Los Cabezazos» en el plexo solar de los canónigos -y vicelaberza, en el de concejales- la tradición y el rito se enriquecerían divertidamente, pues divertido sería, al fin y al cabo, ver caerse de culo a todo un abad o un alcalde con arreos y maceros. Y la estéril discusión de «foro u oferta» sería muy futbolera: «tuyamía, tuyamía... cabezazo y gol».