Testimonios en letra impresa

EL VERANO es tiempo de bicicletas, de playas, de monte, de moscas... y de libros. Al menos, eso se dice. ¿Quién no tiene, en algún rincón de la casa, aparcado uno o varios libros con la sanísima intención de meterles el diente en los días de vacaciones? No es cosa ahora de hacer una selección de ellos y de aconsejarles a los lectores que se los compren y rompan la tendencia de una cultura audiovisual que nos deja bobaliconamente felices ante la «caja tonta», la pantalla del ordenador o los «cascos» que nos ahogan con el sensorround de lo último de El Arrebato, por ejemplo. Sí, al menos, voy a darles noticia de algunas publicaciones recientes que pueden interesar, en mayor o menor medida, y que nos cuentan cosas de las nuestras, iluminadas por la fe. Al padre agustino Paulino Sahelices, que por la capital anda después de haber roto lanzas evangelizadoras por Estados Unidos, Brasil, Puerto Rico..., ha puesto en la calle un voluminoso libro dedicado a «Villaverde de Sandoval: monasterio y pueblo». Es su pueblo natal y se le nota. Son 530 páginas que hacen memoria, fundamentada en una concienzuda investigación, de personas, cosas y acontecimientos en torno a esas semi-ruinas que son hoy el monasterio de Santa María de Sandoval y a ese pequeño pueblo que es Villaverde. La historia es Covadonga y el Cid y Lepanto y Cervantes, pero lo es también ¡y de qué manera! el villano y el monje acaso sin nombre para la posteridad, pero que hicieron posible que el edificio de la historia humana siguiera creciendo. El Padre Paulino, verbigracia, defiende que las gentes de los lugares que él estudia fueron los que inventaron la concentración parcelaria, la producción agrícola racionalizada, la práctica de la «facendera» y hasta lo que, pasados los siglos, terminaría siendo el aguinaldo de la noche de Reyes. Otro volumen interesante es el editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de León con el título de «El manuscrito de Antonino García Álvarez (1783-1858), poeta de la ribera del Órbigo». Es el resultado del estudio del profesor Joaquín Serrano Serrano, que tiene con el autor estudiado, además de otras concomitancias, la nascencia en el mismo lugar, Antoñán del Valle. El biografiado fue párroco de Quintanilla del Valle y Vega de Antoñán, estudió en el Seminario de Astorga y fue recogiendo en un manuscrito aquellos versos y notas que las musas y la fe le inspiraban. El biógrafo no se limita a recoger lo contenido en el cuaderno; estudia al autor, organiza sus composiciones y termina analizándolas desde el punto de vista poético y estilístico. Los poemas, cargados de religiosidad, sencillez y hasta ingenuidad, nacieron en su mayor parte como un servicio a la religiosidad popular, que los entonaba o recitaba -hasta nuestros días- con ocasión de diversas fiestas y acontecimientos (villancicos, ramos de Nochebuena, fiestas marianas, procesiones de Semana Santa...). Los versos tienen además el valor de ser testigos singulares de los acontecimientos y de las formas de vivir de la época, que son aludidos repetidamente (vida de los pastores, los duros inviernos, las costumbres de los mozos, los ataques de las enfermedades, la guerra de la Independencia, Fernando VII y sus vaivenes, la desamortización, la epidemia del cólera...). La investigación del autor apabulla. Y además demuestra lo mucho que puede hacer un solo hombre por la cultura de los pueblos, a poco que ponga en ello primor y ternura y tesón. El último libro que les presentamos es el que ha editado la Real Hermandad de Jesús Divino Obrero para conmemorar los cincuenta años de su existencia. Es una especie de miscelánea, en la que la parte más acorde con el título («Crónica de un cincuentenario») ocupa más de ciento veinte páginas: historia de la Cofradía, procesiones y actos, bandas musicales, patrimonio escultórico. Pero hay además en el volumen tres estudios dignos de ser destacados. «Religiosidad en León, siglos III-XI», de Manuel Carriedo Tejedo; «De cofradías y cofrades: León de ayer a hoy», de Gregoria Cavero; y «Origen y desarrollo del Barrio de El Ejido», de Juan Carlos Ponga; además de un llamativo estudio de Javier Antón sobre «Víctor de los Ríos, escultor de la Hermandad». Tres libros, tres testimonios.