EL AULLIDO
Jesús F. Salvadores porque Dios tiene alma de artista
«A mí que me entierren con las lentes puestas/ -escribió como quien mira a un pozo el que, en mi opinión, es el gran poeta cubano de todos los tiempos: el exorcista, heterodoxo, homosexual y lúcido represaliado Reinaldo Arenas-. A mí que me entierren desnudo, de noche y boca arriba/ porque por la mirada/ vendrá el resurgimiento»¿ Siempre he sintonizado con la forma compasiva de mirar del fotógrafo Jesús F. Salvadores sobre todo porque, como en el caso de las águilas reales, en su forma de mirar no está solo su forma de comer sino también y principalmente su forma de viajar y de vivir. Se trata de una mirada aventurera pero no sólo sorprendente sino también reivindicativa, iconoclasta, cosmopolita, sutil y siempre cargada de empatía. La obra de Jesús F. Salvadores está próxima a la de algunos otros fotógrafos españoles contemporáneos que llegarán a ser clásicos como el poeta visual del rock Alberto García Alix, el experimental más allá y más adentro fotográfico cercano al surrealismo de Chema Madoz y los retratos de rostros y de almas despojadas de Humberto Rivas, sí, pero hay una impronta personal que combina la energía vital y el realismo -social y hermoso al mismo tiempo- en este visionario leonés; una impronta que le hace diferente e interesante. Precisamente ahí, en su forma ética y reveladora de mostrar el mundo, está la base de su lenguaje fotográfico propio. Después del Premio Caja España que le otorgaron por su Dublín del siglo XXI, y después de su hermosa e inquietante serie sobre Chiapas, ahora este viajero generoso vuelve a exponer, esta vez en el Palacio Don Gutierre, una serie memorable titulada «No es fácil» en la que da cuenta de un viaje por la Isla de Cuba, y principalmente de un viaje por las revoluciones, las utopías, las carencias, la supervivencia, el compañerismo, la dignidad y la libertad emocional. Esta exposición, por raro que parezca, no ayuda tanto a entender Cuba como a entender el mundo; nuestro mundo. «Hoy que mis metáforas están fuera de control me agarro a las imágenes, a esos pedazos del mundo que aspiran a resumir el mundo» escribió Raúl Rivero, otro de los grandes poetas cubanos, también encarcelado por Fidel Castro. Y esa cita repleta de la rabia, sinceridad y sabiduría de quien escribe en prisión, bien podría ser un lema que colgar en la puerta de esta colorista y vitalista exposición. La vida de la gente como una antología de detalles y momentos. Un país resumido en el puñado de tierra que agarra un viajero. Una exposición de fotografía tratando de educarnos la mirada y de enseñarnos a viajar que es, en suma, enseñarnos a conocer. Manuel Vázquez Montalbán una vez escribió un libro periodístico, irónico, teosófico, tropical y casi santero sobre la Historia de la revolución cubana -con el marco de la visita del Papa a la corte de Fidel Castro- titulado «Y Dios entró en La Habana», pero esta exposición se fija más bien en lo cotidiano, en lo frecuente, en la vida de todos los días, en la intrahistoria, que enseña tanto o más que la Historia. Si, Dios entró en Cuba para quedarse aunque no lo parezca. Sólo hay que ver estas fotografías, que es como ver esa isla por el ojo de una cerradura, para darse cuenta de que la auténtica belleza de un país, está, cuando la hay, en sus habitantes¿ ¡Viva Cuba!: la bondad de esta gente es cuanto sé de Dios.