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CRÉMER CONTRA CRÉMER

De cuando en León se pagaban los votos a cinco pesetas

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ELEGIR el personaje que habría de representarnos a cada uno de nosotros en las Cortes Generales de Madrid, por ejemplo, constituía un acto de lo más trascendente del calendario político-social-cultural de la ciudadanía. Llegado el día y la hora en que el elector debía desplazarse hasta el Colegio en el cual se había inscrito, el ciudadano consciente -según le solicitaban los candidatos-, se cepillaba por dentro y por fuera, requería la asistencia colaboradora de la parienta y del brazo y por la calle más concurrida acudía a depositar su voto... Nadie le presionaba. Era libre para preferir a Fulano, que representaba a la izquierda o para depositarlo a favor del Mengano, que venía a ser como la clara voz de la derecha de toda la vida. El mundo, pues se dividía en dos clases o grupos políticos y pronunciamientos sociales, porque la izquierda más izquierda de la población, siguiendo la doctrina anarcosindicalista, más de lo primero que de lo segundo, aconsejaba no votar, porque el que elige a su gobernante pierde su libertad. Luego, resultaba que cada cual votaba a quien le venía en gana o a quien le debía asistencia, favor y respeto. Para el mejor entendimiento del proceso electoral, en la Capital y en los poblados principales de la provincia se disponía de «muñidores», que venían a ser los sujetos que abandonaban la política de alguno de los señores candidatos de los de por aquel entonces. Los barrios de la Capital contaban con profesionales electorales, a los cuales concernía influir dentro de su capacidad de convicción convencer al vecino para que votase a Don Fulano y no a Mengano, que no tenía derecho a disponer de don ni de din. O sea nada. Se pagaban los votos más resistentes, a duro el voto, o sea a cinco pesetas de aquellas maravillosas monedillas históricas con la efigie del Rey y con el escudo de la patria al reverso o vuelta de la pieza. Entre los muñidores más famosos del censo de León, que era y continúa siendo tierra de caciques roñosos, aparecía una doña que regía la Casa misericordiosa en donde se acogía a los ancianitos maltrechos y a los jubilados para el arrastre de los de entonces. Llegado que era ya la fecha del compromiso la Doña anunciaba su disposición a premiar a los buenos que votaran a las personas de Ley y orden y se formaban colas a la puerta de la Institución caritativa y municipal: Un voto un duro y buen provecho. Casi nadie hablaba de derechas o de izquierdas, porque, la verdad era que la mayor parte se conducía de acuerdo, no con sus ideales, que no les tenía muy seguros, sino de acuerdo con sus relaciones sociales. Podrá parecer esto una degeneración social pero puede ser también un modo como otro cualquiera de atraer clientes a las urnias. La prueba de la solidez de esta norma es la práctica que nos ofrecen las elecciones para cubrir la candidatura de Presidente de Caja España (antes Caja de Ahorros y Monte de Piedad) que ofrecen a los electores que acudan a votar (a quien fuere) SESENTA EUROS, más el desplazamiento. O sea diez mil pesetas libres de impuestos. ¡A las urnias, a las urnias!

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