Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La memoria recobrada

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NUEVAMENTE, ASÍ QUE se ofrece la fecha del 20 de julio, se nos pone delante la sombría figura histórica de aquella vileza que acabó en matanza general de españoles. Era también el mes de julio, pero de un año que al parecer estaba marcado por el destino. «Aquí mis desventuras que no mi cobardía, llevaron mis alcanzadas glorias», diría el caballero, andante por los dramáticos campos de Montiel. Unos encarnecidos y voraces agentes de su propia ambición, (que no por sus convicciones), se aprestaron para el asalto al Estado y al cabo de tres años de pelea homicida, cubrieron todo el haz de la tierra nuestra de cadáveres. ¿Un millón? ¿Qué importa el número de muertos? Lo mismo de repudiable hubiera sido si no se hubiera dado más muertos que aquel simbólico que estaba llamado para el sacrificio. Pero fueron más de un millón los que murieron en aquella guerra. En León, que fue una tierra conquistada por la confusión y el torpe entendimiento del juego, los matadores fueron los Bellidos que andaban por las encrucijadas, pero el impulso «como en la décima clásica», fue soberano. La Historia, que se ha venido contando desde aquel mendaz episodio de la España visigótica, aparece tan tarada de falsedades, de argucias tendenciosas, de ocultamientos tenebrosos, que es difícil alcanzar un conocimiento aproximado de aquella infausta página de la historia negra de España. Se ha venido imponiendo la manipulación para espantar culpabilidades y permitir que, como suele suceder en esta clase de disputas sangrientas, lo que se dice, lo que se pretende imponer como la verdad comprobada, no era, no es, no será a lo que se teme, sino una de las múltiples referencias transmitidas de oreja, o descubierta mediante la trascripción de textos interesados. Ni los historiadores que asistieron a la guerra para escribir o para hablar sobre ella, desde sus cómodos puestos de observación en los hoteles dispuestos por los servicios oficiales de ada bando, ni los que vinieron detrás, salidos de los escondites, donde habían permanecido años y años, se han atrevido a decir la verdad de lo acontecido y menos aún de cómo y por qué se produjo la tragedia de la forma que, en verdad, se produjo. Y nos hemos quedado con la memoria. ¿Con qué memoria? Con la de cada uno, porque las historias que nos han venido contando de cuando en España doblaban a muerte todas las campanas, son justificatorias, falsas, tramposas. Y si lo digo ahora, al cabo de setenta años de ocurridos los sucesos, es, primero porque yo estaba allí; segundo, porque a fuerza de tergiversar la verdad hemos llegado a establecer la mentira como dato histórico indiscutible. ¡Dejad que los muertos descansen en paz! ¡Dejad que la tierra acabe de empapar tanta sangre! En España hablar de «Memoria Histórica» es o puede ser una perversión tanto de los unos y como de los otros. La Guerra Civil Española fue evidentemente tan fiera como dicen. ¡Perdonemos a los vivos y a los muertos!

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