LITURGIA DOMINICAL
Descanso y contemplación
HAY mucha gente que está disfrutando de sus vacaciones veraniegas. Hay quien vuelve de ellas más agotado de lo que estaba. Y hay quien las aprovecha para encontrarse consigo mismo. En este tiempo de verano nos sorprende una página del evangelio en la que Jesús invita a sus discípulos a descansar un poco (Mc 6, 30-34). Les ofrece un momento de aislamiento para que estén con él y evalúen la misión de la que acaban de volver. Les propone una soledad que es plenitud, por estar hecha de intimidad fraterna, de reflexión y de oración. Los invita al silencio el que es la Palabra viva. Es fácil recordar el tratado sobre la consideración que San Bernardo dirige al papa Eugenio III, que había sido monje en su mismo monasterio. Con sus preguntas le exhorta a no dejarse arrastrar por una acción excesiva: «¿Por qué has de ser el único en no beneficiarte de tu propio oficio? ¿Hasta cuando vas a ser un aliento fugaz que no torna? ¿Cuándo, por fin, vas a darte audiencia a ti mismo entre tantos a quienes acoges? Te debes a sabios y necios. ¿y te rechazas sólo a ti mismo?» Compasión y enseñanza El texto evangélico contiene un segundo acto. Las gentes descubren a Jesús y corren a buscarlo. Jesús siente compasión de aquella multitud y se pone a enseñarles «muchas cosas», como dice el texto original. Estos tres detalles, aparentemente extraños, son en verdad preciosos: - En primer lugar, las gentes tienen hambre de escuchar a Jesús. Tienen sed de la palabra del Mesías, como había anunciado el profeta Amós (9,11). ¿Se habrán apagado en nuestro tiempo el hambre y la sed del mensaje del Señor? Sería doloroso que las gentes buscaran una palabra divina y sólo recibieran una hueca palabrería humana. - Además, se muestra compasivo con la multitud. ¿Por qué se habrá desprestigiado la palabra «compasión»? ¿No la habremos convertido en un sentimiento paternalista y poco eficaz? Y cuando se refiere a Dios, ¿No habremos imaginado un Dios duro y vengativo? - Jesús enseña a las gentes «muchas cosas». Por supuesto no tiene la respuesta concreta a problemas técnicos, sociales o políticos. Pero la doctrina que enseña sobre Dios, sobre sí mismo y sobre el hombre es la que puede responder a las auténticas búsquedas humanas. El pastor y las ovejas Hay otro detalle que es la clave del relato. Jesús se compadece de las gentes, «porque andaban como ovejas sin pastor». Con esa expresión el texto nos saca de «aquel tiempo» para colocarnos en todos los tiempos. ¿ Esa frase nos habla de la multitud. Había entonces políticos nativos y políticos romanos. Había sabios estudiosos de la Ley de Moisés, fariseos piadosos y observantes y sacerdotes dedicados al Templo. Y, sin embargo, ninguno de ellos lograba calmar el ansia más auténtica del hombre: la de conocer a Dios y la de conocerse a sí mismo. Las dos necesidades parecen hoy insensatas y anticuadas. ¿ Pero la frase nos habla sobre todo de Jesús. Frente a los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas, denunciados ya por Jeremías (23, 1-6), Jesús se presenta como un pastor que se compadece de las gentes. Entonces como ahora, algunas personas se han desorientado por sus propios intereses. Pero otras han sido engañadas por los falsos pastores que sólo buscan el propio interés. - Jesús, pastor bueno y verdadero, que te compadeces de nuestro extravío, aliméntanos con tu palabra de vida. Amén.