Son más de 900.000 especies y han colonizado todos los hábitats, desde los polos a los trópicos
Los insectos representan a tres de cada cuatro especies conocidas
Sólo las hormigas suponen el 30% del peso de todos los animales del Amazonas
Constituyen el grupo animal más abundante del planeta, con más de 900.000 especies (hay descritas 1,5 millones) y cada año siguen descubriéndose otras nuevas. Han colonizado desde los polos hasta los trópicos (donde alcanzan mayor diversidad), viven en tierra firme, en agua dulce y en agua salada y su tamaño es muy variable, desde 0,2 milímetros hasta 30 centímetros. Son los insectos, los invertebrados que representan el reflejo y la complejidad de los hábitats e intervienen en la mayor parte de los procesos ecológicos garantizando la continuidad de la vida al asegurar la conservación de los ecosistemas, de los que también depende el ser humano. Son los irreductibles del planeta y han conseguido sobrevivir a todas las extinciones, por su capacidad de adaptación o por el elevado número de ejemplares de la especie. Sirvan como ejemplo las hormigas, cuyas supercolonias pueden tener un millón de reinas y más de 300 millones de obreras, lo que ha llevado a los biólogos a afirmar que pueden suponer el 30% del peso de todos los animales del Amazonas. Están entre las especies más antiguas de las que se han encontrado ejemplares encerrados en ámbar de hace más de 100 millones de años. O los coleópteros, que viven en cualquier parte del planeta y representan al menos la cuarta parte de todas las especies del mundo y casi la mitad de las de insectos. Mayor protección Los insectos participan en el reciclaje del 20% de la biomasa del planeta, siendo también los principales encargados de descomponer cadáveres y excrementos. Además, el 60% de las plantas dependen para sobrevivir de los insectos polinizadores. Muchas especies son bioindicadores de la salud de los ecosistemas, fuente de productos farmacéuticos, ayudan a controlar las especies perjudiciales para la agricultura y son esenciales en actividades económicas como la fabricación de miel o la polinización en invernaderos por abejorros, que aumentan la producción. No debe extrañar, por tanto, que desde la antigüedad hayan sido estudiados, copiados para forjar mitos o adornos, y hasta venerados como dioses. En España representan el 30% de la riqueza de la cuenca Mediterránea, con unas 40.000 especies. Los coleópteros, con 10.200 son los más abundantes, seguidos de himenópteros (abejas, avispas, hormigas) con unas 10.000. Los dípteros (moscas y mosquitos) rondan las 7.200, los lepidópteros (mariposas y polillas) superan las 4.500, mientras que los hemípteros (chinches), cuentan con unas 4.000. Entre los más escasos están las termitas o los insectos palo, con 2 y 6 especies, respectivamente. Existen distintas normas para su protección, aunque están todavía muy lejos de ser calificadas como satisfactorias porque, según los expertos, de nada sirve proteger una especie si se sigue degradando o destruyendo su hábitat. La directiva europea sobre conservación de hábitats, flora y fauna silvestres, incluye tan sólo 20 especies de España, y no engloba ningún insecto polinizador, esenciales en los procesos de expansión de la flora, ni los miles que emigran de Europa y África, ni recoge tampoco una sola especie característica de los ecosistemas mediterráneos. A nivel nacional, la Asociación Española de Entomología y el Centro Iberoamericano de la Biodiversidad colaboran en la protección de este patrimonio natural y han elaborado «El Libro Rojo de los Invertebrados españoles» en el que se incluyen cerca de 140 especies, que deberían contar con una estricta protección. Además, en algunas Comunidades Autónomas existen catálogos en los que incluyen insectos para garantizar su conservación. Ambas instituciones piden un cambio de mentalidad y que se aumente la dotación presupuestaria para que los especialistas puedan disponer de los medios necesarios para estudiar y conservar la variedad entomológica.