CORNADA DE LOBO
Medievalitis
UN CONCEJAL algo bobín revestido de conde Olinos cabalga a lomos de la desmemoria y la impostura; su pueblo estrena este año fiestas medievales aprovechando que en los asnales de la historia se relata cómo una vez un rey inexistente llegó urgido de vejiga al pueblo y allí mismo tiró de portañela, sacó el ciruelo y orinó copiosamente y, aunque le hicieron ver a su majestad meonísima que aquello era fuente y abrevadero del común de la vecindad, replicó «pues que lo tomen como real maravilla milagrosa y que beban... ellos y sus descendientes hasta la enésima generación». Un industrial de la plaza que apoquina al presupuesto de fiestas un tanto alzado a cambio de lucir su empresa en la cena medieval con un cartelón ostentoso de «Pretensados Manolo» se ha revestido de doña Leonor, trasvestismo que reinvidica porque piensa así arrimar su material sin sospechas a las paisanas leonoras y porque le chifla comer con los dedos y refocilarse de grasorra... «que para eso pago». Un profesor de escalafón abollado oriundo de la localidad donde veranea por el morro encalomando a su madre el cuidado de la crianza se ha revestido de abad mitrado al efecto porque por ahí le derrota un subconsciente redivivo de rebotado seminarista, aportando al programa de festejos medievales un opúsculo infumable donde recrea el episodio histórico de la derrota de los lugareños ante las mesnadas de un conde gallego que les puso a todos a servir... y a parir tanto hijo de pernada concebido, derecho al que también se acogió el abad Gutíniz por tener señorío eclesiástico en el lugar (le fueron censurados de su opúsculo los versos del cancionero de Upsala dirigidos a un merino mayor del rey y a su madre: «Y nada diga el de Lerma, pues estando de tí preñada te bautizó con su esperma el prior de Mejorada»... Y el pueblo llano, pechero por demás, elije vestiduras también: de guerrero, de caballero, de doncel, de alabardero, de juglar, de pilonero... y aquel otro de romano porque dice que se esta guisa sale con un paso de Semana Santa. En el cementerio de la vieja ermita rechinan calaveras de los antepasados de aquel sitio; y de algunas tumbas en concreto sale un solo exabrupto, ¡cagüen la Edad Media!... ahí tendríais que vivir... ¡cagüen el ropón del conde!... ¿quién os jodió la memoria?...