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Publicado por
CARLOS G. REIGOSA
León

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AYER CONCLUÍA el plazo de un mes que el Consejo de Seguridad de la ONU dio a Irán para que cerrara sus instalaciones de enriquecimiento de uranio y, como se esperaba, la respuesta fue negativa, a pesar de los guiños que Teherán hizo a un generoso plan de contrapartidas propuesto por la Unión Europea. «No cederemos una pulgada frente a la intimidación», dijo Mahmud Ahmadineyad, en un discurso pronunciado en la periferia del país. Israel tiene un problema. ¿Cómo se amedrenta a unas personas que aman el martirio? La pregunta ha cruzado todas las fronteras y se repite con frecuencia en las reuniones de miembros de distintos servicios de información, sobre todo europeos y americanos. Israel golpea a Hezbolá, y todo el mundo proclama vencedora a la milicia chií de Hasán Nasralá porque no ha desaparecido bajo las bombas judías. El Gobierno de Irán, que apadrina a los milicianos de Hezbolá, lanza las campanas al vuelo y desafía a las grandes potencias con su programa nuclear. Y la enigmática Siria jalea a Nasralá y proclama el fin de la imbatibilidad judía. Israel tiene un problema, sí. Pero también lo tiene Estados Unidos, y la indecisa Unión Europea. Oriente Medio es un polvorín asentado sobre el mayor mar de petróleo. Por ello, también la economía mundial tiene un problema. ¿Se imaginan el barril de petróleo por encima de los cien dólares? Muchos analistas dicen que estamos ante una nueva guerra. De momento la frena el temor de Estados Unidos a meter su pie (que no sus bombas) en Irán y que este país se convierta en una ratonera. Ya tiene bastante con Irak. No obstante, nadie habla de otra cosa en los despachos que deciden. «Hay que parar a Irán», dicen los estrategas de Bush. Pero aún no están de acuerdo en cómo hacerlo. Sin embargo, es seguro que un día amanecerán de acuerdo. Por eso es el mundo el que tiene un problema. Todo el mundo. Es difícil creer que tanto lenguaje bélico no acabe en acciones de guerra. Dicen todos que no quieren desembocar en una contienda militar, pero cada uno sigue empujando su carreta hacia el frente. Unos locos no lo harían mejor. Nadie quiere el mal, y el mal avanza imparable, impulsado por todos. Porque el mal es justamente lo que dicen que no quieren y preparan con ahínco: la guerra. Todos tenemos un problema.

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