Antolina Rodríguez Agúndez
Una maestra de Alfonso XIII
Antolina Rodríguez se emocionó en el homenaje que le brindaron familia y amigos en lo que fue un recorrido por los 100 años de vida de esta «gran profesora»
Un cumpleaños siempre implica una celebración: velas, tarta, amigos y familia que se reúnen para celebrar el nacimiento de uno. Ahora bien, cuando la persona en cuestión cumple 100 años los motivos para festejar esa fecha se multiplican y la alegría de quien sopla las velas y de los familares que lo acompañan inunda toda la celebración. Éste es el caso de Antolina Rodríguez, que en la tarde de ayer se reunió con sus dos hijos, dos nietos y ocho biznietos, además de un gran número de amigos y compañeros de la residencia en la que vive actualmente en Lorenzana. «Ya puedo está contenta del cumpleaños con lo que me están haciendo en este sitio tan espléndido». Con estas palabras la homenajeada explicaba su emoción por el recibimiento que le brindaban sus más allegados. La vitalidad de esta entrañable bisabuela se puso de manifiesto durante todos los actos del festejo. Interrumpiendo la homilía del sacerdote, Antolina se levantó de forma inesperada varias veces, ante la mirada divertida de su hija Conchi, quien la ayudaba a sentarse de nuevo y le pedía que esperase al final de la eucaristía para hablar. Con la mirada atenta y vivaracha, escuchó una espontánea canción dedicada por uno de sus compañeros de residencia. La melodía de Las mañanitas del rey David salió entonada por una voz labrada por el paso de los años mientras los familiares y amigos presentes escuchaban enternecidos el gesto de cariño que el anciano le brindó a Antolina. A continuación, una amiga recitó varios poemas que había escrito y en los que recordó las estaciones de la vida y la importancia de la amistad y del amor. La propia Antolina se atrevió a levantarse entre todos los congregados para recitar un poema en el que recalcaba la importancia que había tenido en su vida ser buena cristiana. Lejos quedan aquellos tiempos en que Antolina iba en burra desde Gordoliza, donde vivía con su marido, hasta Codornillos. Tres horas de trayecto todos los días para enseñar en una escuela a los más pequeños. Debido a la emoción del día dijo que no se acordaba de aquella época «porque ha pasado mucho tiempo», pero sus nietos hicieron memoria por ella indicando que «fue una gran maestra». El título académico que acredita a Antolina como profesora está firmado por Alfonso XIII. Una república, un dictador y dos rey han pasado desde entonces por la historia de España. Antolina fue testigo de primera mano de todos esos sucesos mientras era profesora. Ella se encargó durante años de hacer los planes de estudios de sus alumnos, ya que no había un ministerio de educación que se encargara de ello. «Además de eso era ama de casa y enseñó a dos generaciones a bordar», indica uno de sus nietos políticos. A sus 100 años sigue leyendo, una distracción que le apasiona desde que era joven. Le encantan los libros de historia, pero indica que no puede recordar cuál ha sido el mejor libro que ha leído. «Tengo 100 años y las cosas se me olvidan». El personal de la residencia le regaló un ramo de flores, una placa conmemorativa y una orla con todos los miembros del personal y los compañeros de Antolina. Ella se incorporó para recibir emocionada todos los obsequios mientras repartía palabras de agradecimiento para todos los presentes. Con un «¡quiero bailar!» cuando la banda de música empezó a tocar, Antolina se unió a la celebración de cumpleaños entre los besos y abrazos de sus hijos, nietos y biznietos. Fecha de nacimiento: 3 de septimbre de 1906. Lugar: Santa Cristina de Valmadrigal. Residencia actual: Residencia Virgen del Avellano. Familia: Tiene dos hijos (Roberto y Conchi), cinco nietos y ocho biznietos