Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La poesía anda suelta

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VICTORIANO CRÉMER
León

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MÁS BIEN debiera decirse que anda suelta la poesía y la música y la pintura y todo aquello que nos transciende, quiero decir que nos eleva sobre la condición de nuestra naturaleza y nos empuja hacia aquellos amorosos trances de San Juan de la Cruz, para dar a la caza alcance. No hace demasiado tiempo, porque esta es una anotación del ser humano, que no es sino tiempo, di con un amigo perfectamente desconocido, que es como se demuestran los méritos de la amistad, que me detuvo en mi acosada marcha para decirme: «Yo creo en el arte. Yo vivo para el arte y si no fuera por el arte, yo no viviría». Y pese a los que la afirmación tenía de dramática, me rendí a sus acentos y me emocionó su sinceridad y su afiliación a una de las disposiciones humanas de mayor valor. Porque el que de una manera o de otra no consigue poner alguna forma de arte en su vida, no vive. Y cuando andaba yo dándole vueltas a las ideas que en mi suscitaron las palabras de aquel amigo desconocido, me llega y me sorprende un libro de poemas -de versos, se decía antes, con menos soberbia- que un leonés, Isidoro Álvarez Sacristán, ha compuesto bajo un título que indudablemente obliga a entrar en ese mundo misterioso y apasionante que es el arte, La palabra en la luz o si se quiere también la luz en la palabra. El poemario está dedicado a un sobresaliente pintor de la casa, Luis García Zurdo, de quien en verdad debiéramos tomar alguna lección que nos descubriera la enorme importancia que para el entendimiento de la condición humana, por ejemplo, tiene el arte. Huelga, pues, aclarar que el libro está más o menos tangencialmente dedicado al arte, a la pintura, a la poesía y a la magnificación de la vida que nos rodea. El autor, es uno de esos ilustrados leoneses que andan por el mundo solos, en busca siempre de sus amados fantasmas, y con el lenguaje estricto y conmovido del jurista (el poeta se dedica a la abogacía, que no es precisamente materia que ofrezca demasiadas oportunidades para la convivencia con la poesía o con la música) se detiene bajo el haz de luz que los pintores y los poetas le proporcionan. El poeta, que ha obtenido meritorias distinciones y títulos significativos está avecindado en el País Vasco, en donde extrañamente, andan con sus memorias y sus nostalgias a cuestas muchos leoneses, y de vez en cuando, se desprende de todas las ligaduras que le pudieran retener en el lugar donde le hacen para ponerse de nuevo bajo la tutela de las nubes y de la luz de la tierra de su nacencia. Y se le va el alma detrás de la luz de las nubes de su tierra, que tan bien conoce: «De ese cielo enlosado de alas angélicas en procesión nimbada»... Evidentemente tenía razón aquel desconocido amigo que me interpeló en la calle: «Vivir del arte o para el arte es una forma superior de vida».

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