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SE VA YENDO el verano y no se le cantó al botijo como se debe... un canto de exequias, pues anda difunto, pero canto feliz de vida bien cumplida... al botijo de barro ibérico, que es la madre de nuestra vieja sed aplacada a chorro bendito. El botijo fue fusilado al amanecer de las primeras neveras en la España de los sesenta, botijo enterrado anónimamente en la mismísima cuneta de nuestra historia reciente. Todavía se recuerda en esta ciudad moderna y juntatabernas que había que ir todos los días con botijos a los caños de Santa Ana, Renueva o al de la Cárcel, porque decían que era agua artesiana... y después a pujar por ella hasta casa para beber algo que no supiera a cañería y que llega al grifo tras lamer kilómetros de tuberías, roñas con verdín y miasmas. Y ahí estaba el botijo, que hace buena incluso el agua de la traída, pues la decanta, la orea, la transpira por su cuerpo de barro y, gracias a esa evaporación, enfría todo ello y refresca el trago. Este ingenioso invento de física elemental llevaba muchísimos siglos funcionando y sirviendo divinamente, pero ahí le ves, en la cuneta de los cascos rotos, bulevar de la memoria podrida. Algunas gentes de pueblo paramero o riberano, gentes de entre secanos y de esa España torrada, aún usan botijo, pero es cosa de viejos, porque los guajes y todos los demás vamos de lata con burbujas o plásticos con aguas que siempre resultan ser de unos manantiales con propiedades asombrosas... y carísimas. ¿Cuánto tiempo hace que no ves llenar un botijo, cuánto que no bebiste por uno?... Supongo que en las obras, entre albañiles, el botijo seguirá siendo aún insustituíble, aunque no es desbarrar si se sopecha que algunas veces será tintorro con gaseosa (dice Alberto que ahora las litronas de plástico se recubren de espuma aislante y mola esta moda de andamio). El lotero de Sort que se ha forrado todos estos años vendiendo décimos, se ha comprado un billete para esos viajes astronáuticos de unos minutos y dice que se llevará con él a su paseo espacial un botijo tradicional, el panzón, de caolín blanco, el de siempre, porque quiere fundir en el vacío la tecnología más punta y lo arcaico. Bueno, es un detalle, aunque irá vacío, sin agua, y ya no será la madre de la sed aplacada.