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Publicado por
CARLOS G. REIGOSA
León

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RARO ES EL DÍA que no tenemos noticia de suicidas iraquíes que hacen explotar coches en lugares públicos o al paso de convoyes estadounidenses, causando numerosos muertos. Aparecen citados como tales en las informaciones de Irak, pero nadie explica quiénes son ni de dónde salen tantos.. Se les considera un producto típico de la sociedad islámica y no se hacen más indagaciones. Sin embargo el hecho es llamativo. Porque esa misma sociedad no «producía» terroristas suicidas cuando mandaba el tirano Sadam Huseín ni eran la punta de lanza de ninguna resistencia. La riada de suicidas ha llegado ahora, tras la ocupación del país. ¿Por qué? ¿Y por qué no está la respuesta a esta pregunta en los grandes rotativos americanos? ¿Es tan irrelevante? Si uno mira el espantoso saldo de víctimas, en mercadillos o en santuarios, en controles o en plazas públicas, tiene la tentación de tildar a los suicidas de locos asesinos. Sin embargo, es su acción la que parece más cuidadosamente planificada por la resistencia para minar las esperanzas de normalización ciudadana que pretenden insuflar Estados Unidos y el actual Gobierno iraquí. Esas sangrientas explosiones representan el horror de la situación actual, pero también la peor dificultad para lograr la paz y hacer la transición necesaria para que los soldados estadounidenses y británicos -y sus respectivos países- puedan salir bien librados del conflicto. El problema, como les ocurre a los israelíes con los suicidas palestinos, es que no hay manera de atemorizar a unos seres fanatizados que asumen la determinación (para ellos gloriosa) de morir matando. Es el factor con el que todos cuentan pero del que nadie habla. Suicidas suníes o chiís, qué más da. Lo que importa es que frenan el proceso de paz y amenazan con desencadenar la fragmentación del país. Nadie quiere reconocer su poder -como si ignorarlo sirviese de algo-, pero todos ven que siembran demasiada muerte como para que florezca el entendimiento entre las distintas comunidades. Quienes los mandan saben que manejan un arma mortífera y poderosa, pero tan ciega como ellos mismos. Porque detrás de sus brutales acciones no anida ninguna esperanza. Es la tragedia de Irak. Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es

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