EL AULLIDO
Castorina
COMO UN ADULTO que ve por primera vez a su madre se siente quien visita la exposición antológica de Castorina -no de las más conocidas pero la más emocionante artista de Astorga y una de las de mayor categoría expresiva del ámbito leonés-. Son esculturas hechas en todo tipo de piedras comunes, terracotas, bronces, relieves, dibujos... Es la humildad convertida en creación. Feminidad global. Religiosidad, compromiso y empatía con quienes sufren. El libro de los abrazos demostrándonos que existe una ternura capaz de ablandar las piedras: la mejor exposición de arte que he visto en los últimos años en León acaba de inaugurarse en la Sala Provincia del Edificio Fierro (Instituto Leonés de Cultura). No se la pierdan. Resulta a veces común asistir a muestras de nuestros artistas y comprobar como se repiten, como van plagiándose a sí mismos obra tras obra conformando así mundos personales, sí, pero excesivamente reiterativos y por eso un poco aburridos. Pero de vez en cuando viene una exposición y nos deslumbra con su sensibilidad, su potencia expresiva y un mundo plástico rico en matices en el cual cada obra no es una mera variación de la anterior sino que intensifica ese mundo. De ese modo, dentro de un lenguaje influenciado por las culturas primitivas -principalmente la africana y las precolombinas- y en el que predomina el esquematismo, la religiosidad y la feminidad, Castorina ahora conforma un todo artístico capaz de sintonizarle La obra escultórica aquí expuesta, sobre todo las piezas hechas en cantos rodados, demuestra no sólo mucho oficio y paciencia de pescador sino que está ya el carácter de esta artista ahí, en los materiales humildes que utiliza. Hay belleza en las pequeñas cosas. Como un alquimista ella convierte la piedra en oro. Sí, estas esculturas, en este momento en el que el consumismo nos circunda y nos domina, vienen a enseñarnos también que todas las cosas tienen la misma importancia. Pero la exposición se compone también de dibujos. Hermosos dibujos a veces surrealistas, siempre sensibles y en los que operan como constantes la expresividad, la imaginación desbordante y la ternura. De especial impacto emocional para el espectador será la serie dedicada a su hijo prematuramente fallecido: sí, la luz de la verdad ilumina todo eso que está hecho con el corazón. Son composiciones coloristas en las que la crítica ha observado perspicazmente la influencia de Chagall, pero tras las cuales yo veo también la estela benéfica de Leonora Carrington y Remedios Varo. Trenzas humanas como un elogio del amor, de la hermandad y lo humano. Ella se abraza a sí misma. Maternidades. El regreso a la unidad. Además esta exposición, cargada de compromiso, nos deja en la mente y el alma una reivindicación más femenina que feminista en obras como las tituladas «La Marsellesa», «Mujeres de Kosovo» y «Mujeres de Chiapas». Pero tras esa unión con el dolor de todas las mujeres se atisba igualmente un grito autobiográfico -yo también existo, yo también quiero ser yo-. Así lo muestra y lo resume una escultura titulada «Reprimida» y en la que vemos un rostro de mujer que en vez de boca tiene una mano silenciadora. Todo un ejercicio de buen hacer, de sensibilidad y de autorreafirmación en esta exposición de Castorina. Una creadora que, sin la espectacularidad y la grandilocuencia que tanto se llevan ahora en la moda del arte contemporáneo, sino por el contrario con humildad y perseverancia, se ha pasado la vida dentro de sí misma creando con inmaculada necesidad. Esta antología visual pues ha de servir como consagración entre los suyos, ya era hora, de una creadora leonesa de gran dignidad cuya obra muchos ni siquiera conocíamos, y la cual está repleta de entrega, intensidad y entidad. Castorina ha combatido la angustia, la adversidad, el machismo, y hasta una dictadura completando lentamente esta exposición; la exposición de toda su vida: bien ganado se tiene nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento. Por eso yo también, desde el centro de mi corazón, quiero ahora terminar diciendo gracias.