Diario de León
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LUIS VENTOSO
León

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EL AEROPUERTO de Heathrow constituye la metáfora más perfecta y exagerada del pavor de Occidente ante la difusa amenaza de Al Qaida. El pasado 10 de agosto se anunció la detención de 24 terroristas (la mayoría británicos de origen paquistaní), que supuestamente pretendían hacer estallar en el aire diez aviones en pleno vuelo de Inglaterra a Estados Unidos. Según las primeras informaciones, luego nunca bien ratificadas, el método empleado iba a ser la introducción de explosivo líquido en el equipaje de mano. Desde la redada, Heathrow se ha convertido en un fortín, una plastada metódica e insufrible. Si en los años cincuenta se hubiese escrito una novela de ciencia-ficción contando los chequeos (y cacheos) a los que hoy se somete a los pasajeros en Heatrow, el público se habría sonreído incrédulo: hay que descalzarse; quitarse el cinturón, el reloj, las pulseras y las monedas; pasar las maletas por dos escáner; enseñar tres veces el pasaporte y los billetes; y reiterar, con tu mejor mueca de santurrón, que en el equipaje de mano no llevas espuma de afeitar, ni colonia, ni tijeritas, ni siquiera un peligroso bote de champú. Si además tienes la suerte de ser bajito y moreno (y te emerge el careto de cabreo tras tanto magreo), el interrogador te hará una última pregunta: «¿Lleva alguna barra de labios?». Por el bien de la seguridad de Occidente, confiesas que tienes una barrita de cacao. Y entonces, vuelta a la casilla de salida: o facturas esa amenaza en la maleta, o no vuelas. Heathrow es el aeropuerto con más tráfico internacional del mundo. Dispone de cuatro terminales y se levanta ya la quinta. Cada año ve circular a 67 millones de pasajeros. Es decir: nunca se alcanzará la seguridad completa. Harían falta 67 millones de policías para cerciorarse de que nadie porta una letal barrita de cacao oculta en un calcetín Madrid sufrió 191 muertos en sus trenes de cercanías en el brutal atentado del 11-M. Hoy, los pasajeros siguen subiendo con sus mochilas sin pasar ningún tipo de control. Y es que es imposible vigilar a todo el mundo todo el tiempo. Heathrow, donde en realidad todavía no ha sucedido nada, tendrá que aprender a vivir con el riesgo, porque por desgracia se ha probado que las paranoias bushistas no logran blindar el mundo.

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