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CARLOS G. REIGOSA
León

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¿QUÉ queremos los europeos de Estados Unidos? Los americanos se quejan de que no hay forma de saberlo. Después de las declaraciones de Angela Merkel y otros líderes criticando (con razón) «la guerra contra el terrorismo» que lleva a cabo la Administración Bush, deducen que deseamos que vuelvan a su tradicional política de no intervencionismo exterior, de la que sólo salieron en las dos guerras mundiales y en los últimos veinte años (y contra el gusto del propio Bush, quien antes del 11-S había anunciado una etapa de ensimismamiento, trastocada por la ofensiva de Al Qaida). Frente a la posición de Angela Merkel (que es también la de Francia y España), ha redoblado sus energías el primer ministro británico, quien acaba de afirmar que «el sentimiento antiamericano de parte de la política europea es una locura cuando se opone a los intereses a largo plazo del mundo en que creemos». El verdadero peligro de EE.UU. hoy -dijo- «no es que se involucre mucho», sino que decida «apartarse». Porque, según el primer ministro británico, «la realidad es que ninguno de los problemas que nos afectan puede resolverse o, incluso, contemplarse sin ellos». Así sigue la Unión Europea, convertida en un modelo de disparidad de criterios y de confrontación de proyectos y posiciones, con EE.?UU. trocado en su gran piedra de toque (o elemento de discrepancia). Según la política francesa, la UE existe y crece cuando se contrapone a Estados Unidos. Según el Reino Unido (y Polonia y otros países del Este), ésta es una ficción que sobrevive porque los estadounidenses todavía no se han retirado y están ahí para lo que necesitemos (es decir, para prestarnos el paraguas militar en caso de necesidad). ¿Existen posibilidades de unificar criterios al respecto? ¿Es posible una verdadera política exterior común en la Unión Europea? No es fácil. Ni con Blair, ni con su posible sucesor, Gordon Brown, ni con el conservador David Cameron va a cambiar la política exterior británica. Y la francesa sólo podría alterarse -y no mucho- con Nicolas Sarkozy. En cuanto a Alemania, Merkel seguirá haciendo equilibrios. Y EE.UU. dejará de preguntarse qué queremos que hagan. Como ya hacen.

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