Cerrar
Publicado por
Antonio Núñez
León

Creado:

Actualizado:

LA FAMILIA REAL es la envidia de mi madre. Entiéndase bien, no porque le hubiera gustado que servidor matrimoniara con una real hembra, sino porque, por alguna rara casualidad, las familias de posibles tienen más hijas que hijos para cuidar de los abuelos en la vejez, aunque a los Borbones ni falta que les hace. Dios le da mocos al que no tiene narices. En esto también hay clases, porque, si bien entre los pobres una rapacina garantiza jubilaciones aseadas, en las altas dinastías no tener primogénito puede significar el paro. Que le pregunten, si no, a don Juan Carlos y doña Sofía por los ímprobos esfuerzos que tuvieron que hacer hasta que, por fin, les salió un pirulí. Y el Príncipe de Asturias, si no se le rompe la racha esta primavera, va camino de lo mismo, diga lo que diga el Diez Minutos . Las apuestas, según la comadrona, están al 50%, eso por ahora. Hay sesudos comentaristas y expertos en leyes sálicas y mayorazgos -mejor sería decir en derecho de pernada- según los cuales la infantica Leonor debería acceder al trono, cuando le toque, aunque ahora sus papás le traigan un hermanín, por aquello de la igualdad en vez de la precedencia entre los sexos y patatín y patatán. Uno es de la misma opinión, aunque añadiría un segundo argumento sin vuelta de hoja: los reyes están para reinar, como su propio nombre indica, y se les paga por eso, y no para malgastar sus energías engendrando a diestro y siniestro vástagas hasta hacer un vástago, interminable prole que luego el Estado tiene que mantener de por vida con becas honoris causa. Es más, tal como anda el reino, el príncipe don Felipe no debería seguir desgastándose en este tipo de menesteres, sino en aprender a gobernar el país, aunque eso suponga romper con la tradición de los Borbones. Añaden también los sabios en heráldica, por lo menos los machistas, que, si lo que se alumbra sale niña otra vez, no pasa nada. Pero en cambio, si fuera Borbonín y no Borbonina, habría nada menos que reformar la Constitución para preservar los derechos de doña Leonor y votarla en referendum. Habida cuenta de que somos un país de cuarenta millones de habitantes, nunca se habría visto un bautizo con tantos padrinos. Del Pajares para abajo algunos opinamos que es una pasada, pero no así los asturianos, que lo hacen todo a lo grande, sobretodo a partir de la tercera sidra, da igual que gane la guaja o el presunto Pelayín. Entre salvajadas de ETA, morenos que arriban a Canarias en cayuco para hacer turismo de sol y playa y policías bajo sospecha en lo del 11-M probablemente el último embarazo de la familia real sea la única feliz noticia que puede alegrar las páginas de los periódicos de aquí a las elecciones de mayo, ahora saturadas de aburridos dimes y diretes entre los partidos políticos, todos en situación un tanto embarazosa y ninguno en estado de buena esperanza. Así que los Príncipes de Asturias harían un gran servicio al reino, para ir entrenándose, procurando que el nene o la nena no salga sietemesino, porque con la que está cayendo entre Zapatero y Mariano ya sólo faltaba una guerra juancarlista entre Anson y Peñafiel, rancios colegas. Comentando el otro día estas cuestiones en el bar de mi pueblo entre los monárquicos de derechas del M arca y los tricolores del tripartito del As Color , tras largo debate y con talante imperturbable como Zapatero, el tabernero, que presidía la reunión, resolvió no servir más rondas dado lo divididos que estaban los oradores y lo peligroso de una oratoria a base de puñetazos contra la barra con riesgo evitente de provocar, a eso de las tantas, daños colaterales: la mitad a favor de la niña Leonor y el otro 50% por solidaridad con el guaje. Levantada la asamblea prudentemente a tiempo se llegó ya en la calle a un consenso de más del ciento por ciento despidiéndonos hasta mañana con un sensato «si sale con barbas, San Antón, y si no la Purísima, pero a nosotros, nos la suda». Cuando uno era joven no tuvo más remedio que votar la Constitución, que era como decir «Franco a la mierda, ya era hora» y que perdonen los biempensantes de la época. Como era de sentido común arrasamos en las urnas y aquello mereció la pena, pero ahora quieren reenganchar de nuevo a los de nuestra quinta para que nos juguemos la vida que nos queda votando nene o nena. Valiente chorrada, le digo a usted, mi sargento, con el debido respeto, porque ¿Y si uno, una o los dos nos salieran gais?. «Rompan filas», apenas acertó a farfullar el suboficial de cuchara, dando un taconazo que sonó a medias entre Silvester Estalone y Bárbara Rey. En fín, quien nos vio y quién nos ve. Mirando a la niña Leonor, ya se lo he advertido a mi nieto: «tú quieto también; a ésta y a la Constitución, ni tocarlas».