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CRÉMER CONTRA CRÉMER

El concurso anual de pintura Diario de León

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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HE PODIDO VER anunciado el Certamen de Pintura que todos los años tutela el Diario de León. Como de una forma o de otra ando por medio, me ha parecido oportuno, ya que no indispensable, acoger el suceso como una de las muestras culturales de mayor arraigo en la programación general de la ciudad, sin pretender, válgame Zeus, establecer comparaciones ni aventurar calificaciones. En pintura, tanto como en la música o en la poesía y la novela, cada autor es como es y a la hora de aceptarle o rechazarle ha de tenerse muy en cuenta la enorme dificultad existente en la tarea de establecer calidades o categorías. Cabe únicamente adelantar que la pintura es, de todas las artes en marcha, posiblemente la que mayor seducción despierta, no ya por la ganancia, sino por la proyección que la pintura emite. La pintura, en suma, no es exactamente lo que se ve sino lo que sugiere, lo que el mundo de color traslada al contemplador. Si éste, ante el cuadro no siente ni frío ni pasión, no es que la pintura sea difícil, sino que el mirón no está aún dotado suficientemente para penetrar en su misterio. Y como da la feliz casualidad de que en una de las salas emergentes o supervivientes, la Sala Lancia, expone parte de su obra una pintora singularmente importante a la hora de las definiciones, Herminia de Lucas, un poco a la sombra de la galerista Mari-Pepa y de ese mágico inventor de mundos que es Manuel Alcorlo, me obligó a la formulación de algunas ideas sobre la pintura que se ofrece, pese a no haber podido comprobarlo, por razones de obvia admiración. Con la autora de esta Colección se quiebran algunos o muchos de los preceptos en los cuales muchos pintores incipientes tropiezan: el de pensar, el de suponer y el de mantener contra vientos y mareas, que el color y solamente el color, como dejaba escrito Alberti en su libro La Pintura, es el soporte válido para encajar en la nómina al pintor. Y del color, decía Ortega: «El mundo expresivo no se limita a los colores; el modelo, el natural, las cosas, en una palabra no son fines o aspiraciones de la pintura, sino medios, como el pincel». Y lo que mueve estos instrumentos es el hombre, el artista, el recreador de la escondida realidad. Herminia de Lucas no llega del frío ni se mueve por imposiciones meramente técnicas, pese a que sus paisajes podrían admitir cualquier forma de libertinaje pictórico. Herminia de Lucas descubre la pintura detrás de la mirada, de su mirada, y encuentra («Yo no busco, encuentro», diría Picasso) la médula, la honda palpitación de la tierra inventada, de tal modo que para penetrar en la mística de Herminia se impone la atribución a la pintura de un muy singular modo de ver, como acertó a exponer el Ortega inevitable: «Contemplar una pintura, no es sólo cuestión de ver, sino de interpretación». Esta puede ser la gloria de Herminia de Lucas: su apasionada forma de interpretar el mundo, su dominio de los instrumentos aptos y adecuados para ello.