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Publicado por
Antonio Núñez
León

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EN EL INCOMPARABLE marco del Hostal de San Marcos, valga la rima, fue inaugurado el miércoles un curso de cocina y camareros para 37 alumnos o pinches, solemnidad que estuvo presidida, entre otras, por las siguientes autoridades: el secretario de Turismo, Raimon Martínez Fraile, que, en realidad se llama Raimundo y es de San Cristóbal de la Polantera, aquí al lado; el consejero delegado de Paradores, Antoni Costa i Costa, de la Costa Brava de toda la vida; el delegado del Gobierno en Castilla y León, Miguel Alejo, amigo de los anteriores y mío también, salvo que ahora diga lo contrario; el subdelegado del Gobierno en la provincia, Francisco Álvarez, que de pequeño estudió conmigo en el seminario de La Bañeza, saliendo los dos rebotados sin mayor aprovechamiento como es notorio; el alcalde de la capital, señor Amilivia, al que ha estado a punto de pasarle lo mismo, y así un largo etcétera. Todo esto, como se venía diciendo, para un cursillo de 37 pinches de cocina y de barra, que hace poco pasaron a llamarse chefs y barmans y ahora van a tener el título, según dice Raimon, de «gestión de cocina, gestión de comidas y bebidas y mantenedor de edificios e instalaciones hoteleras», por otro nombre conserje y, antaño, portero a secas. Lo que va de ayer a hoy y, sobre todo, a pasado mañana, en mayo, cuando toca campaña electoral. Aún siendo nieto de tabernero, que lo soy -razón social Casa Boño, en La Bañeza, especialidad en ancas de rana- y reconocido cliente de establecimientos donde, con tal de que pagues el vino, te dejan arreglar el país a voces e incluso fumar, no como los fascistas de este Gobierno, la foto de tanta autoridad en la escuelina leonesa de camareros con vino español, canapés a manta y demás es ya materia suficiente para la primera lección del alumnado, ojo al parche, chavales. Primera pregunta: ¿Quién paga la ronda? El contribuyente, bote, gracias. Segúnda: ¿El aperitivo, o tapa, era el adecuado a la categoría del evento?. Demasiado arroz para tan poco pollo. Y, por último y conclusión final, la auténtica ciencia de la hostelería donde mejor se aprende por aquí desde tiempos inmemoriales es en Casa Benito mientras no haga reformas, plaza Mayor número 20, sin numerus clausus a cualquier lado de la barra, porque, si no está Alfredo, el hijo de Benito, nos servimos nosotros solos. El emblemático Hostal de San Marcos, y que perdone su director, no se merece payasadas horteras como la de esta semana. Servidor desconoce lo que pensará Quevedo, que fue huésped allí, o Victoriano Crémer, que también estuvo a pensión completa cuando la guerra, pero barrunta que, si el primero no tiene contestador automático y el segundo no se pone al teléfono mas que cuando le da la gana, según de qué oído, ambos se limitarían a responder brevemente en una cortés entrevista respecto a este tema que «el servicio ha mejorado mucho». Ellos ya no están en edad de meterse en líos. Incluso a la mía se recomienda, en cuestión de cócteles y más sin son políticos, sopicas y buen vino. Pero uno, como buen bebedor que se apoya unas veces en la barra y otras en las convicciones para no perder la verticalidad del alma, se pregunta qué pintaban el otro día todos esos allí. Para la próxima vez que quieran hacer una foto electoral se sugiere desde aquí nuevas titulaciones hosteleras como «azafato de la Nasa, cinco galaxias». Nada de hoteles de cinco estrellas o restaurantes de tres tenedores en la Guía Michelín, la de los neumáticos en la sobrebarriga. O «doctorado en tortilla sin romper huevos», que tiene igualmente su mérito. Aunque para méritos científicos los de Raimon, que ha conseguido retrasar tres años él sólo, aunque con un pequeño empujón de Zapatero, que tampoco es manco, el prometido parador de turismo de Villablino, que necesitaba doscientos camaretas o más sin ensuciarse la chaquetilla para cuando a los mineros de Vitorino, el de la MSP, se les acabara el carbón. O sea ya. Y dice ahora que las obras del parador empezarán en el 2008 porque no había terrenos donde levantarlo, argumento que ni siquiera le entra en la cabeza al oso Yogui, el de las otras Montañas Rocosas. Este tipo de estrategias de desarrollo turístico para la provincia y los tipos que las estrategan, valga el palabro, explican, por ejemplo, por qué un café cuesta el triple en el Hostal de San Marcos que en Casa Benito, si bien la materia prima sea la misma. Y por qué Benito expende más cafés al cabo del día. La razón no tiene vuelta de hoja. A falta de subvenciones de Raimon para ampliar el negocio, donde Benito todos somos apolíticos. Y, como bien dice el cartel de la entrada, «se reserva el derecho de admisión».

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