Diario de León
Publicado por
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
León

Creado:

Actualizado:

EL PRESIDENTE del Gobierno solemnizó en el Congreso el cambio radical de su política frente a ETA, cuyos términos quedaron formulados en una resolución del propio Congreso del año 2005. Esa política se resumía en dos extremos esenciales: que no se negociaría con ETA mientras existiera cualquier manifestación de violencia terrorista; y que sólo se entablarían conversaciones con la banda tras constatar la existencia de «actitudes inequívocas» que pusieran de relieve la «clara voluntad» de ETA de poner fin definitivamente al terrorismo. Pues bien, de esa minuciosidad en el análisis del cumplimiento de las condiciones fijadas en la Cámara hemos pasado, sin solución de continuidad y sin que el Gobierno ofrezca ninguna explicación, a que su presidente afirme tan tranquilo que negociará con ETA pese al evidente rebrote de la violencia callejera y a las innegables manifestaciones de la banda a favor de continuar su actividad, apoyadas hace unos días en Oiartzum con toda la parafernalia terrorista de las capuchas y las armas. Ambas circunstancias han determinado un cambio de escenario tan evidente como drástico, que hace crecientemente legítima la sospecha sobre qué impulso explica la pertinacia de Rodríguez Zapatero: si la seguridad de que puede seguir adelante sin temor o el temor de que ya no tiene marcha atrás, dado el previsible coste electoral que tendría para él el abandono del proceso en el que, sin contar casi con nadie, se embarcó. Es esa segunda hipótesis la que resulta a día de hoy más verosímil. ¿Por qué? En primer lugar, porque todo hace pensar que si el presidente dispusiera de datos para refutar los malos augurios que se instalan día a día con más fuerza entre ciudadanos y políticos los pondría de inmediato en conocimiento de la opinión pública española. Pero también porque desde el principio eran ciertos los riesgos de la comprometida apuesta de Rodríguez Zapatero. Uno personal: el de generar una expectativa que, de no verse satisfecha, significaría un fracaso estrepitoso de su carrera fulgurante. Y, por ello mismo, otro riesgo colectivo: el de la huida hacia delante del presidente que podría acabar por poner en peligro lo mucho conseguido en la lucha contra ETA con tal de no verse forzado a reconocer que se había equivocado en sus expectativas. sobre el final negociado de la violencia terrorista.

tracking