Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La presidencia de la Junta de Castilla y León

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VICTORIANO CRÉMER
León

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SEGÚN LAS SEÑALES emitidas por los gansos del Capitolio, el Partido de la Santa Oposición (El PP para los iniciados) se dispone a celebrar la convención de la cual habrá de salir, perfectamente dotado de todos los sacramentos, Juan Vicente Herrera, como candidato a la suprema cima de la torre electoral. Y muy pocos son los que dudan de que el que usufructúa hoy la presidencia será de nuevo elegido para la siguiente tirada. Desde León, que es si se quiere la otra parte beligerante en la cuestión de voluntades, el señor Villalba ostenta el muy digno papel de rival en funciones, elegido por su partido, el PSOE, con la esperanza de dirigir la política del cambio. Parece esto cuestión escasamente discutible, dada la sólida presencia como candidato de una de las figuras políticas elevadas al dominio del problema difícil del buen entendimiento entre las distintas facciones, y sin embargo nada es seguro cuando de política se trata, que es donde se producen los fenómenos más contradictorios. Sin duda, el nominado para cubrir la candidatura del señor Villalba cuenta con la influencia del Presidente del Gobierno, el leonés de amor y de costumbre, señor Zapatero, pero con ser esta una apoyatura importante, no es lo bastante fuerte o decisiva como para decidir la corriente electoral, en la que suelen producirse inesperados impulsos. Uno de los activistas políticos a los que hay que atender para conocer el estado real del cuerpo electoral, el Sr. De Francisco, promotor más que líder de la política del leonesismo andante y militante, advierte en una de sus últimas declaraciones, que el curso político que se avecina, será especialmente duro y temeroso en León y que por tanto, viene a sugerir, que conviene revisar nuestros proyectos personales: pero nadie, hasta el presente, teme que se pueda alterar la línea sucesoria para la ocupación de la presidencia de la Junta, marcada, inspirada y dirigida, sin duda con acierto reconocido, aún por sus rivales, por el actual rector de la política general de la autonomía. Y es curioso y hasta ejemplar confirmar que tanto el actual Presidente, señor Herrera; como el candidato opositor, señor Villalba, cuentan con la adhesión (yo no diría nunca que inquebrantable) del cuerpo electoral, perfectamente inclinado al reconocimiento de méritos indudables por parte de ambos contendientes, pero son vientos más a favor de quien maneja la nave. Es difícil todavía, a estas alturas del estado de la nación, predecir cuáles pueden ser los resultados de la meditación a que todos los castellanos y leoneses estamos obligados, aunque, dentro de un sentimiento de confraternización, no es infundado el deseo de que ambos bandos encontraran esas líneas de coincidencia que tanto León como Valladolid necesitan para encontrar al fin las soluciones que pueden equilibrar las posiciones de los unos y de los otros. Porque no se olvide que si una de las partes domina la situación a título de dominio partidista, no se podrá establecer aquella política solidaria y eficiente que necesita tanto León como Valladolid, tanto Villalba como Herrera. No buscar y encontrar esos imprescindibles lazos de unión puede ser un suicidio. ¿Lo es ya?

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