Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El ciclón Gordón

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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EL CICLÓN, LA borrasca, la tormenta o el tornado, como quiera que se deba decir y entender, no fue tan fiero como lo pintaban. Derribó árboles, levantó las techumbres de viviendas protegidas, como hacía «El Diablo Cojuelo» y si los seres humanos que ocupan a veces indebidamente este planeta, hasta promovían conflictos, pasó por León, algo así como de refilón. O sea mostrando alguna de sus facultades destructivas pero sin emplearse a fondo, como le sucede a la selección de football que dirige el brujo de no sé donde. Así suele suceder en la vida: Que se nos anuncian crisis, se desarbolan bosques políticos, bien estructurados; se nos proclaman con tiempo suficiente aquellos que habrán de soportar los rigores de la tormenta y luego todo se queda en nada. En agua de borrajas, se dice, sin acabar de saber cual es la traducción correcta de la frase. El dramaturgo Jackson Veyan, en circunstancias literarias y naturalmente de ficción, hacía declamar a sus personajes: «Temblad humanos, la tempestad está encima, pero el rayo están en mi mano». Y el público de la sala se echaba a temblar. Y los acomodadores se apresuraban a aconsejar al público en general que no encendieran los móviles, que no comiesen palomitas y que no hicieran aguas menores en los pasillos. Y el público, advertido, se marchaba como había acudido: haciendo lo que le venía en ganas, fueran estas legales o medio pensionistas. El ciclón, borrasca, tormenta o lo que fuere, no tuvo en León especial violencia: Se limitó a recoger el anuncio del nombre de cada uno de los indicados para cubrir los puestos o cargos principales, sobre todo del municipio, asegurándoles el mayor éxito en su aventura electoral y siguió con paciencia y resignación cristiana las proclamaciones y las enmiendas sobre la marcha. Y escuchó, no sin una sonrisa de ironía fina aquello de que donde dijera digo ha de entenderse Diego. Y el público de la sala, comprendió la zaragatera manipulación y esperó pacientemente a lo árabe: Mientras los vientos enfurecidos hacían temblar las antiguas ramas de las arboledas municipales, y quebraban los fanales que mal alumbran calles y plazuelas, se conmemoraban en doloroso silencio, la más tremenda declaración de guerra contra el alzhéimer, que tan espantosos estragos produce. Y recordaba al público de la sala, con lágrimas en los ojos, la falta de interés real de los organismos oficiales y oficiosos para acudir en socorro de estos miles de familias que soportan heroicamente la enorme carga de tener seres queridos, virtualmente muertos sin que los generosos patrones de los deportes y de los templos y de las misericordias se decidan a segregar de sus presupuestos la parte proporcional que a estos verdaderos héroes, mártires de la fe en el amor les debieran corresponder. Y sobre la marcha del ciclón deposito el recuerdo por todos aquellos que acabaron como las piedras rodadas del camino, víctimas de una epidemia feroz y de unos organismos insensatos.

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