Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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NO TENÍA razón mi abuela cuando de pequeño me recriminaba que sólo nos quedáramos aquí «los que no os prueba Madrid». Ella quería lo mejor para los nietos y no le entraba en la cabeza que sólo aspiráramos a ir tirando en el pueblo en vez de triunfar a lo grande en los Madriles, como cierto primo de Benavides, que se apellidaba igual que yo, llegó a ministro de Sanidad cuando la UCD, tiene plaza en el pueblo con nombre propio y ha pasado a la historia por poner en las cajetillas de tabaco lo de «fumar acorta la vida». Que luego le diera un infarto en campaña electoral y librara de chiripa -de lo del corazón, no del Gobierno, porque de eso nadie se recupera- a ella le tenía sin cuidado y no hubo quien le quitara la idea de que aquí no teníamos nada que hacer: se ve que todavía confiaba menos en el futuro de León que en el de los nietos. El tiempo le ha dado la razón a mi abuela sólo a medias. El paramés Martín Villa y mi primo Manolo, lo mismo que ahora Zapatero y el ministro Alonso, llegaron la leche de alto en Madrid, mientras que por estas trochas quedamos, abriéndonos camino de milagro, el ex alcalde Francisco Fernández, de alias cariñoso Paco Raquetas , y un servidor, sin ir más lejos. «Cada uno es cada uno», le animé yo filosóficamente la otra semana, aunque alguno en el partido lo tomara por la tremenda como una crítica con recochineo. Los hay muy retorcidos. Viene esto a cuento de que en Madrid se triunfa la órdiga, pero, a la hora de la verdad, tienen que echar mano de uno de pueblo para candidato a la alcaldía de aquel poblachón manchego. Y Pepe Bono ha dicho que no. Así que ya somos tres, según mi abuela, y a saber lo que piensan las demás. Lo de Bono del otro día tiene muchas lecturas que no suelen entender las abuelas con instinto matriarcal sin estudios. Por ejemplo, que Zapatero hubiera quitado a Bono de su feudo autonómico para atarlo al carro del Gobierno y que luego le diera la coz. Que Bono dijera lo de «aquí te espero» y se sentara tranquilamente a la puerta hasta ver pasar el cadáver de su enemigo (lo malo es si llueve). Y que Zapatero captara la postura y le soltara otra patada hacia arriba, léase a la alcaldía de Madrid. Maquiavelo, totalmente anticuado -y la prueba es que ya en su tiempo murió pobre, por no aplicarse sus propias teorías- era un pardillo. ¿Bono alcaldable?. Punto «A», aunque ganara hubiera quedado aparcado definitivamente de la sucesión de Zapatero si a éste le salen mal los cambalaches con los nacionalistas catalanes y los de ETA, cosa que podría suceder. Punto «B», si pierde le pasaría lo mismo, porque en las encuestas electorales del partido estaría virtualmente quemado . Y si ni fu ni fa, o sea que si no ganara por los pelos o perdiera por la mínima, entonces Bono siempre le restaría votos a Esperanza Aguirre, lo cual le vendría muy bien a Zapatero. En la jerga del ajedrez a este tipo de jugadas se le suele llamar jaque mate. Bono, del que se dice que es un animal político, socialista de misa diaria y de mayorías absolutas, por eso le votaban hasta las monjas, ha decidido finalmente no comulgar con la alcaldía de Madrid, que, si no eran piedras de molinos de viento, le iba a salir un pan como unas hostias. En consecuencia, ha preferido que otros hablaran por él, movieran pieza y luego los ha dejado con el culo al aire, a la espera, mientras tanto, de mejores tiempos en su torre. La táctica es también conocida por los veteranos del tablero como la del enroque, porque, según el tío Roque, el que resiste gana. Hay, por último, algunos comentaristas de la jugada según los cuales a Bono no le iba a quedar más remedio que aceptar la candidatura de Madrid, porque, si no, le sacaban a relucir no sé qué urbanizaciones a lo bestia de Paco el Pocero. Pudo haber sido, pero no lo fue. Personalmente lo dudo y más desde que el PSOE le echara encima al precandidato Bono tantas flores, que ahora quedarían en un ridículo marchito. A Bono no tengo el gusto de conocerlo y sólo sé de él por referencias de un paisano, Jaime Lobo, que fue delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha y me regaló hará tres o cuatro años de parte del primero una botella de vino «Señorío de Guadianeja», de imprecisa reserva, como el socialista, pero que en la etiqueta pone, dos puntos, «25 Aniversario Constitución Española, uva tempranillo». Lo pienso catar cuando gane las elecciones y, en cuanto a mi voto, pues eso: tinto y en botella. Volviendo a lo del ex alcalde Francisco Fernández, que no se me olvide llamarse mañana de parte de nuestras respectivas abuelas. «Macho», le pienso decir, «ahora o nunca. Ni tú de alcalde en tu pueblo ni yo en lo mío tenemos futuro, pero lo que sobran en Madrid son oportunidades». Ay, abuela.

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