Diez años de espera

SERÍA PARADÓJICO que en otro año en el que no hay ciudad o población del país que se precie, por pequeña o grande que sea, donde no haya quejas sonoras por la insuficiencia de los presupuestos estatales, llegaran los políticos autonómicos y, como el comandante de la canción, mandaran parar la mala racha y nos resolvieran no ese problema puntual, sino el de una década y todavía más. Posibilidad quizá increíble pero que puede empezar a quedar resuelta sobre el papel con la que amenaza con ser intensa pugna entre socialistas y populares por la que llamaremos, para entendernos, deuda histórica. Esas demandas de muchos millones de euros que han hecho en las últimas semanas desde el Partido Popular, que tira para arriba porque está en la oposición, y un Partido Socialista, desde el Gobierno, adquiere un tono más prudente y se queda en los veinte mil millones de euros. Confieso que de entrada no me apasiona la disputa, porque supongo que el final puede ser indiferente. Los partidos, y los gobiernos que son crías de aquéllos, no son empresas que, adquirido un compromiso, por mucho que cambie la cúpula, si hay papeles hay que cumplirlo. Otra realidad canta desde la propia madre de todas las leyes, que da por hecho el trabajo y la vivienda para todos los españoles, entre otros muchos menesteres, y ya vemos cómo andan uno y otra, hasta las propias Cortes: sería aleccionador que un estudioso nos mostrase el resultado de una investigación sobre los incumplimientos de iniciativas parlamentarias aprobadas con todas las bendiciones que la legislación exige. O comprobar también la ingente cantidad de dinero presupuestado que las Administraciones públicas dejan luego sin ejecutar, en una práctica generalizada que el ciudadano, lógicamente, no alcanza a comprender muy bien. Quizá porque en realidad sea incomprensible. Sí tengo curiosidad con relación a la estación final de esta carrera autonómica por arrancarle al viejo y decrépito papá Estado toda la leche que pueda dar y aún más. Por mucho que esos compromisos figuren en cada estatuto autonómico, en el nuestro y en otros, todo dependerá de cómo vayan las cosas económica y políticamente para que los acuerdos se cumplan no sólo dentro de diez años, sino incluso pasado mañana. Sin ir más lejos.