Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Congreso internacional sobre las letras y los autores leoneses

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VICTORIANO CRÉMER
León

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YO SÉ QUE efectivamente a León le hacía falta un congreso, o sea una cita de urgencia para esclarecer de una vez y para siempre el enigma histórico de si efectivamente la tierra leonesa, la cultura leonesa, disponía de suficientes titulaciones y evidencias para suponerla centro importante de radicación y aún de influencias que pudieran obligar a su consignación en los libros de texto. Se producían dentro del ámbito cultural de León, desde tiempos antiguos libros y autores que aparecían y desaparecían con tan presura dicho sea a la antigua usanza, que producían el extraño fenómeno de parecer tierra estéril y sin raíces. Y no era cierto, no es ya ni lógico ni aconsejable negar la evidencia, porque los anales de León registraban nombres de superior resonancia: los investigadores de León obtenían las calificaciones más resonantes del país, y los artistas (músicos, pintores, escultores, etcétera) conseguían sobresalir y hacer un lugar ejemplar en la nómina general de la cultura española. Se necesitaba para la absoluta afirmación que, desterrando nuestra tendencia a la negación, a la indiferencia y la duda se arrancara la verdad de una tierra asombrosa, presta en todo momento a demostrar su enorme capacidad de invención, de imaginación y de saber. Y esto ha sido posible en estos días del mes de octubre, en el que un periódico, Diario de León saliéndose de los viejos estancos a los que parecía estar condenado, rompió los velos del silencio y provocó a las figuras más sobresalientes de la cultura hispánica para que dieran cuenta de la realidad cultural de León. El Gobierno, cambiando por una vez en tantos siglos de desamparo delegó su presencia y su asistencia en la misma Ministra de Educación y Cultura para amplificar el acento de esta gloriosa efeméride, a la cual han prestado su valiosa colaboración prestigiosos doctores y apasionados enseñantes. Yo no sé si los efectos de este singular episodio de la historiografía leonesa tendrá la duración y la influencia que tantos le deseamos, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que tardará en olvidarse su eficacia y nadie regateará el mérito que supone para el futuro de León este hecho singular y sus consecuencias para el entendimiento de lo que merece la pena ser considerado como signo de la verdadera identidad leonesa. Quizá lo que conviene ahora es defender los efectos del suceso de sus descuidos, o de que era preferido por alguna sinrazón de tipo político, deportivo o de estrategia partidista. Porque en este acontecimiento sí que de verdad está mantenido o debe estarlo, el espíritu de «lo leonés». Acabemos de una vez y para siempre con la reticencia y la apatía y borremos de nuestras antologías negativas textos como aquellos que nos condenaban: «León, León, ciudad añeja: ¿Por qué te vistes ¡ay! con piel de oveja?».

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