El putódromo

ME DOY PERFECTA cuenta del riesgo que corro cuando entre los temas que componen nuestra actualidad, se me impone este título, con un calificativo prestado: «El putódromo», o sea, dicho con perdón, la ciencia, el estadio en el cual se analiza y se corrige si viene al caso, uno de los más graves problemas que se plantean al ser humano, si de verdad quiere entender el mundo en el que vive, sin ningún tipo de prejuicios: La explotación sexual de la mujer. La Plataforma de Mujeres para la Abolición de la Prostitución, ha comenzado a mover sus recursos dialécticos y asociativos para alcanzar la verdadera y total liberación de la mujer, entre cuyas implicaciones negativas se cuenta la prostitución. Pero en este problema, como en el del maltrato a la mujer, no cabe equivocar la hoja de ruta: No se trata, como se supone y se condena, una práctica viciosa del varón, sino de una malformación de la sociedad . Se habla, se denuncia la vulnerabilidad de la mujer como una de las sinrazones que juegan a disculpar este extravío de la sociedad y el hombre, como la mujer en esta torpe novena no actúa como promotor, sino como parte de un mecanismo en el cual aparecen implicados los estamentos más importantes y decisivos de la comunidad gobernante: La religión, el dinero, el predominio y de clases y naturalmente para deplorar la corrupción de una práctica que al menos en teoría rebaja la condición de la mujer a la anécdota perversa de ser para la explotación carnal por parte del acarreo dominante de la sociedad. Nosotros, los que ya hemos sobrepasado las fronteras normales de una cronología vital activa, formamos parte de la memoria histórica de la práctica social del uso de la mujer como instrumento de satisfacción sexual mediante la compra del favor, sin que todavía hayamos alcanzado la claridad de juicio suficiente para denunciar que de lo que se trata en verdad es de una corrupción del sistema, que desde sus raíces viene amparando, de una forma o de otra, la práctica de la prostitución. En tono más bien humorístico, aquel versolari de los bajos fondos que fuera en puridad Pérez Herrero, lo dejó claro: «Las putas hacen sus nidales / a la sombra de las catedrales», dando a entender de este modo que la religión, aún formando parte del cuerpo de doctrina, sea la responsable de la formulación y extensión de la prostitución, sino que este pecado mortal de necesidad ha sido desde siempre un delito para la comunión. Se habla de casas de acogidas, como en aquellos lejanos tiempos de la prostitución como rango estético de la sociedad se mencionaban las residencias conventuales de las arrepentidas. Sin querer enterarse de que no se consigue nada elaborando teorías liberadoras, sino proporcionando a la mujer modos de vida normales que al menos le proporcionen fuerza moral para restistir las acometidas del macho insensible y violento. León, que es capital con catedral, con doctrina, con historia y con sensibilidades sociales es o continúa siendo un mercado persa para la sexualidad.