EL AULLIDO
Carta abierta a Julio Llamazares
NOSOTROS, leyendo como a oscuras en medio de esta ciudad siempre en declive, nos reconciliábamos con nosotros mismos al tiempo que volvíamos a creer en nuestras posibilidades y hasta en la justicia poética¿ Leíamos a Julio Llamazares, celebrábamos su éxito y las derrotas de León se nos convertían en victoria con sus historias repletas de tipismo, de resonancias líricas y ese ruralismo entrañable y mágico tan de dentro; tan de aquí. Leíamos La lluvia amarilla , Luna de lobos y Escenas de cine mudo y nos reconocíamos como un Narciso orgulloso al contemplar su propio reflejo en el agua de un río¿ El río del olvido . Julio Llamazares, con su curtida independencia, su literatura de culto y su compromiso, fue siempre para nosotros un ejemplo y una prueba de que se puede llegar lejos en el oficio de tinieblas de la literatura también desde la honestidad, las raíces y hasta las entrañas. Cuando la realidad defrauda, y en esta ciudad en receso que humilla a sus jóvenes o directamente los echa obligándoles a que se busquen la vida fuera la realidad ciertamente defrauda, se necesita aún más nuestra literatura y se enorgullece uno aún más del éxito de nuestra nada localista literatura. Por eso, acaso por su juventud y su punto de maldito, cuando pensábamos en los escritores leoneses que nos estaban como devolviendo nuestra dignidad y acercando nuestros sueños, nos venía a la mente siempre el nombre de Julio Llamazares. Pero nunca comprendimos bien sus desencuentros con León. Intuíamos las causas pero la escasa presencia de este escritor en la vida cultural de la ciudad aún así nos dolía. Inevitablemente he pensado en todo esto al asistir como alumno no sólo con gusto sino con cierto entusiasmo al Congreso Internacional de Literatura Leonesa. Allí, aunque estaba anunciado, lamentablemente Julio Llamazares no asistió. Y yo entonces sumé esa ausencia suya a muchas otras que hemos sufrido durante años en nuestras ferias del libro, en nuestra universidad, en nuestros recitales poéticos, nuestras conferencias¿ Echar de menos a Julio Llamazares, para el público leonés, se está convirtiendo en algo a lo que no queremos acostumbrarnos. Por eso, y como haciendo acopio del espíritu que me ha insuflado ese congreso, he creído necesario escribir esto como quien le devuelve a un creador un poco de todo que le ha dado. Y lo escribo no sólo en mi nombre, bien lo sé, sino también en el de la gente que le echó de menos en este Congreso de Literatura Leonesa, en este hito, y también en todos los congresos, en toda nuestra vida cultural institucional. Querido Julio: aunque no lo parezca o no nos dejen León está intentando renovarse. De hecho también mucha gente joven que te lee y valora ni participó de ello ni casi conoce los motivos de tu relación de amor y odio con León pero te sigue, y atesora tus mensajes, y se mira en tu obra, y le dejan hueco tus ausencias. De todas formas no quisiera dar la impresión de que esto que escribo fue la única conclusión que saqué de ese magnífico Congreso. Al contrario. Más bien allí me reafirmé a pesar de todo en aquello que escribió Goethe: «No existe un arte nacional. El arte y la ciencia, como todos los sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero y sólo pueden prosperar con el libre flujo mutuo de todos los contemporáneos». Me reafirmé pues en la existencia de una literatura leonesa universal, tolerante, cosmopolita e intemporal de la que tienen mucho que aprender nuestra forma de ser y de hacer política. Y ahora me apoyo en todo eso, y en la falta de miedo a expresar emociones que contagia la literatura, para decirte de corazón, Julio, que aunque esta ciudad pudiera haber sido ingrata muchos de cuantos vivimos permanentemente en el ahora no tenemos la culpa. Y acaso, en León, seamos la mayoría de tu público... Julio Llamazares, mirada retenida, escritor leonés con alma de pastor viajero: te queremos.