Un estudio relaciona el calentamiento del planeta con la caza de ballenas
La caza masiva de ballenas azules durante el siglo XX, que ha reducido su población de 300.000 ejemplares a menos de 1.000, ha tenido enormes repercusiones sobre la cadena trófica, contribuyendo a su vez al calentamiento del planeta. Así lo ha afirmado Víctor Smetacek, del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina de Alemania, durante unas jornadas sobre «Impactos del calentamiento global sobre los sistemas polares», celebradas recientemente en Madrid y organizadas por la Fundación BBVA y el CSIC. Según el científico, en contra de lo que se pensaba, con la drástica disminución del número de ballenas azules no se ha producido un aumento de krill (especie de crustáceo del que se alimentan), sino que se ha reducido en el 80% en las cuatro últimas décadas. La explicación reside en que cuando la población de esta especie de cetáceos estaba intacta, llegaban a consumir 150 millones de toneladas de krill al año y desempeñaban un importante papel en el reciclado del hierro (al ser ingerido con otros nutrientes), clave para la productividad biológica en el Antártico. En la actualidad, sin embargo, como la cantidad de hierro de las aguas antárticas es escasa, hay menor cantidad de fitoplancton y por tanto de krill, que se alimenta principalmente de algas unicelulares llamadas diatomeas. Y al igual que sucede en tierra firme con los árboles, la flora marina absorbe el dióxido de carbono. Por tanto, mientras más «fertilizado» esté el océano, menos CO 2 habrá en la atmósfera. Un ciclo perfecto que se rompió con la casi extinción de las ballenas azules. Conviene recordar que de los 6 millones de gigatoneladas de dióxido de carbono que se emiten anualmente, la quinta parte es absorbida por el mar. Tras haber descifrado por qué hay menos krill, Smetacek ha aportado una solución para resolver el problema consistente en fertilizar el océano con sulfato de hierro para que se incremente el plancton y, por tanto, la captura de dióxido de carbono. De hecho, ha realizado varios experimentos de fertilización con hierro con resultados positivos en cuanto al aumento del plancton. Sin embargo, al haber menos ballenas encargadas de su reciclado, gran parte del mismo fue a parar al fondo marino.