Diario de León

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CON la ministra Narbona se esgüevan mucho estos días en papeles de consigna y en ondas con escandalera. La última propuesta suya suena a carallada en ese nuestro subconsciente nacional donde el medio ambiente es básicamente un tocapelotas. Y si además lo gobierna una mujer con marchamo de brava, nos decimos -como con la Tocino- que los asuntos medioambientales de los cojones cuelgan; y que no tienen más consideración que una asignatura maría. A broma les suena. Debemos sujetarnos en sesenta litros, dice ella, o habrá problemas en según y cómo. No lo tomo a choteo. Me lo creo. Quizá parezca exageración su propuesta dicha en medio de la mojadura y esta chaparrada general que ha inundado la península casi entera porque soplaba el temporal con un suroeste cálido y no del noroeste, como en tiempos de Franco, cuando el parte meteorológico aseguraba casi siempre aquello de «hoy reina en toda España un fresco general procedente de Galicia». Lo peor de las últimas riadas y anegamientos es que sacaron a flote toda la mierda que enterramos o escondemos y los estorbos o robos sistemáticos que venimos haciendo a los caminos del agua, ese señorío de las tormentas escrito en las vegas de soto ancho y tallado en la peña de las laderas para recordar que nuestra desmemoria es delito y, otrotanto, suicidio. Y nos cachondeamos con los sesenta litros de cupo razonable. Dentro de veinte años serán poco probables, todo un lujo. Créelo. Lo sabemos. No es catastrofismo. Seguirá lloviendo más o menos lo mismo, pero el gasto de agua potable se habrá disparado ad infinitum, el desierto seguirá embistiéndonos por la reversa y los ríos serán el perfecto resumen de toda la puerca químima que esparcimos desde agriculturas y urbanismos hasta que las lluvias la arrastran hasta el lecho madre, que es hacia donde corre todo lo que se mueve. En sequías o riadas, Benavente ya no puede beber del río. Tomemos, pues, esos sesenta litros como entrenamiento, por ir practicando, por remojar las barbas. No será en balde adiestrarse en ahorros, que son buenos incluso en tiempos de abundancia. Aprendamos de las culturas del arenal donde con una jofaina resuelven divinamente su higiene y su sed. Mientras, reírse de la Narbona es posible y legal... y la majadería, también.

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