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Un estudio rescata la memoria delos leoneses en AméricayFilipinas
El trabajo, realizado en la Universidad de León, recoge por primera vez un diccionario con los nombres de aquellos leoneses que fueron a las Indias y dejaron allí su rastro
La presencia de los leoneses en América y Filipinas es un tema que presenta muchas lagunas en nuestra historiografía. De alguna manera, León parece permanecer ajena a todo el fenómeno de expansión, conquista y colonización. Sin embrago, la realidad nos dice otra cosa. La labor de los leoneses fue mucho más allá de lo que podamos pensar. Es más, en un medio decadente como era el nuestro durante la Edad Moderna, el impulso que podía haber procedía de los indianos, ya que muchos de ellos disponían de una cierta fortuna que podía revertir en sus lugares de origen. Con dinero americano se hizo la ampliación de San Isidoro, el Palacio de los marqueses de Prado, el de los Lorenzana, el de los Luna de Sena, además de donaciones para escuelas, iglesias y otras obras que cubren nuestra geografía. Todo ello sin olvidar que en nuestra provincia funcionaron grandes centros de expansión misionera como el Colegio de Misiones de Sahagún, el convento dominico de Trianos, el Colegio de la Compañía de Villafranca y convento de San Agustín de Ponferrada. De sacerdotes y conquistadores Entre los que fueron a las Indias los hubo de sobra conocidos en todos los aspectos, aunque con frecuencia ignorados en nuestro medio. Entre los pioneros de la cristianización se puede mencionar como ejemplos al franciscano Martín de Valencia, al dominico Domingo de Betanzos, al agustino Luís Álvarez de Toledo, o al jesuita Gonzalo de Tapia. Sin olvidar como organizador de la expansión misionera de Nueva España, aunque nunca estuvo en América, al cardenal Quiñones, promotor de una especie de utopía que no agradó a Carlos I. Entre los conquistadores y descubridores hubo hombres como Ponce de León (Puerto Rico y Florida), Francisco de Villagrá (Chile) o Álvaro de Mendaña (Islas Salomón), por citar a algunos de ellos. Entre los prelados de la iglesia americana se pueden nombrar, entre otros muchos, a Pedro de Villagómez, a Rubio de Salinas o a Francisco de Lorenzana. Entre los grandes hombres de la administración los leoneses tuvieron un papel destacado y fueron numerosos. Valgan como ejemplo, Cristóbal Vaca de Castro, Lope García de Castro, Pérez de Quiñones o Blanco de Laisequilla. Pero junto a esos grandes personajes también se han tenido en cuenta a otros muchos dedicados a tareas económicas, a perseguidos por la Inquisición o a simples personas de las que sabemos poco más que su nombre y que suman casi 4.000 entradas. Entre todos ellos merece destacarse al grupo de maragatos que pasó a poblar en la Patagonia durante el reinado de Carlos III y que acabaron abandonando aquel inhóspito territorio para asentarse en Uruguay. También resulta interesante el efecto llamada que parece que se produjo en la Tierra de Campos durante los siglos XVI y XVII y en la Liébana durante el XVIII. Algunos de aquellos dejaron en la toponimia el recuerdo de su lugar de origen, como Villasinda, en Venezuela; Valencia del Rey, en recuerdo de Valencia de don Juan; o Bartolomé Hernández, en Colombia, la desaparecida ciudad de León. Ahora bien, los nombres de «León» que existen en América, muchos de ellos tienen poco que ver con nuestra ciudad o nuestro reino, pues ciudades como León de Caracas (Venezuela), o León de los Caballeros (Nicaragua), están en relación con los territorios extremeños de la Orden de Santiago. Estos y otros muchos nombres se recogen en el libro «Diccionario de leoneses en América y Filipinas, 1492-1830», editado por el Servicio de Publicaciones de de la Universidad de León, en colaboración con la editorial Lobo Sapiens. Sus autores, María del Carmen Martínez y Jesús Paniagua, son profesores de Historia de América en las Universidades de Valladolid y León, respectivamente. No están todos los que son Como es la primera vez que se aborda una obra de estas características en León, a pesar de la cantidad de entradas, son muchos los nombres que faltan, pues resulta casi imposible consultar toda la documentación que pueda existir. Básicamente el grueso del trabajo ha sido realizado en los archivos de Indias de Sevilla, de la Chancillería de Valladolid, el Histórico Nacional, el Archivo de Simancas y otros muchos archivos de España y América, que responden a una tarea que se inició en 1984. Los autores creen que esto dará pie a que aparezcan muchos más nombres de personas que dejaron su memoria en algún lugar y en algún momento. Evidentemente la división geográfica que se ha hecho no corresponde a la provincia actual, pues a ella se han añadido los territorios de las antiguas diócesis de Astorga y León, ya que en la época que hace referencia la obra no existía la división provincial y era frecuente que las personas se identificasen por el obispado al que pertenecía su lugar de origen. Así, se encuentra con frecuencia que los procedentes de lugares de la Liébana, Tierra de Campos, Sanabria o Valdeorras, se identifican como «de los obispados de León o Astorga». Tampoco todos los personajes que se incluyen son nacidos en los mencionados obispados leoneses, ya que se han tenido en cuenta a aquellos que de una forma u otra mantuvieron un contacto con esta tierra, cosa que sucedió con frecuencia con la nobleza, que aunque ostentaran título leonés y aquí estuvieran sus posesiones y parte de su familia, solían residir en la Corte. Un buen ejemplo de ello es el I marqués de Villanueva de Valdueza, de la familia de los marqueses de Villafranca, que dirigió la expedición de reconquista de Bahía (Brasil) a los holandeses.