Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿Foro u oferta?

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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COMO EN LOS viejos tiempos, por si fuera oferta o por si contrariamente a lo que el Cabildo de la Santa Iglesia Catedral resultara foro, el caso del nuevo evento ha sido que, nuevamente, la iglesia y el pueblo andan otra vez a la greña. En esta ocasión ha sido por si los niños de María Dolores Otero, los puericantores oficiales de la Catedral de León, cantaban bien o cantaban mal. El señor deán de la dicha Catedral denuncia que los treinta niños están como en la becerra, ensayando los primeros sonidos, y la señora directora general del coro, que es la señora María Dolores de los Oteros catedralicios, en cambio asegura que cantan como los ángeles. Sucedió en la misa de doce en la Pulcra Leonina: misa mayor con las asistentes oficiales propias del caso. Los niños, a su debido tiempo comienzan a cantar. Al cabo de cinco años de ensayo, parecía que la masa coral de los puericantores tendría que bordar el texto coral, pero el señor deán, que ha estudiado música durante un montón de años, reitera su denuncia: «Los niños puericantores no dan una en el clavo ni la clave y para sus oídos el salmo cantado a plena voz por los entusiasmados niños suena más que a ángeles, a demonios. Y el crítico y deán, señor Ramos, aconseja a los misacantanos que estudien, ensayen, prueben y escuchen a los niños del Coro del Vaticano, que esos sí que cantan como los ángeles. Doña Dolores se encrespa, defendiendo la probidad y justeza de sus niños y retira de la circulación coral a los puericantores motivo de la bronca religiosa-civil. Como en lo de las cabezadas, pero esta vez con niños, que no tienen la culpa de nada. Y la Catedral, si la amenaza se confirmara y el obispo bajara la mano y sentenciara el pleito, se queda sin niños, como León se quedó sin hospicio para niños cuando el Obispo Cuadrillero consideró que era necesaria la Fundación de un asilo para niños y niñas posiblemente también puericantores. Las madres-coraje de la diócesis, dado que los niños daban todo lo que sabían y tenían, decidieron retirar a sus hijos del caño y del coro y la Catedral se tuvo que conformar con la música que pudiera ofrecer la coral adulta de Canónigos, chantres y sacristanas, mientras los niños dejaban escapar lágrimas amargas en su derrota. Fue un momento verdaderamente histórico, digno de montar otro espectáculo como el de las ciento y pico doncellas como tributo del moro, con cantaderas, danzaderas, y adalides catedralicios y municipales capaces de enterrar todos los pleitos, mediante una cabezada cortés a la puerta del templo. Que esto pudiera ser la solución: el señor obispo de la Diócesis decreta un laudo de compromiso histórico, la representación del coro de puericantores y el representante del Cabildo, reunidos bajo los auspicios de Santa María de Regla y de Mario Amilivia como alcalde, cuestionan el pleito y el público a los acordes de un salmo entonado por los niños, gritemos agitando las palmas y los ramos del buen entendimiento: ¡¡Que se besen!, ¡que se besen!».

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