Diario de León

EL AULLIDO

Congreso sobre la II República

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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SE ACABA DE celebrar en la Biblioteca Sierra Pambley y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León un congreso conmemorativo del 75 aniversario de la II República. En él, completando una perspectiva tanto histórica como literaria y fílmica, han participado destacados ponentes como Ian Gibson, Francisco Carantoña, Pablo Carriedo, Gonzalo Santonja, Jaime Siles y otros. Todos celebrando a la vez un evento cultural y un acto de justicia poética. Y es que ese congreso ha resultado algo así como cantar un blues nostálgico, como creer en otra verdad, como no resignarse, como derramar una lágrima por el país que pudo haber sido y no fue. Hay en la Historia momentos tan abiertos, tan fuera de lo normal, tan rupturistas, tan necesarios, tan emocionantes¿ La II República parecía en principio una crisis de identidad de España, aparentemente tan monárquica, pero poco a poco se vio que no, que ese sistema político libre, igualitario y laico suponía un intento honesto por parte de los estadistas del momento de suprimir las desigualdades y de sacar a este país de su atraso. En aquella España de charanga y pandereta, de curas y caciques, de grifos goteando sobre las palanganas una ventana abierta con nuevo aire y más luz. Sí, de vez en cuando conviene que saquemos de nuestra maleta todos los trajes que tenemos ahí y que no son nuestros. Y hemos de hacerlo no para devolverlos sino para enseñarlos con orgullo antes de apropiárnoslos para siempre. Así a esos republicanos señeros encabezados por Manuel Azaña debemos derechos sociales que ahora tenemos asumidos -y hasta dados por sentado- como la soberanía popular, y el voto femenino, y la enseñanza moderna y laica para hombres y mujeres, y la reforma agraria, y los estatutos de autonomía, y la igualdad de todos los españoles ante la ley. Pero también y sobre todo a la II República debemos el intento más ambicioso y decidido que ha habido por aquí de superar el tradicional maniqueísmo continuista de este país, tratando de sustituirlo por la innovación y la modernidad. Hubo errores de cálculo, de inoportunidad, de demasiada voluntad acaso y hasta de precipitación, sí, pero con todo ése es en opinión de muchos el mejor momento de la Historia de España. Recordamos pues mediante necesarios congresos como éste la II República no para volver atrás sino como un modo fundamentado de mirar hacia delante. Lo hacemos intentando no olvidar nada de lo que somos, nada de lo que nos ha traído hasta aquí, nada de lo que nos puede llevar al futuro que hemos imaginado. Como es sabido la parte más anquilosada y caduca del ejército se levantó en armas para imponer su voluntad, y hubo que regresar mediante una dictadura al siglo XIX. Pero recordarlo todo ahora con rigor intelectual no supone escarbar en viejas heridas sino tratar de no perder nuestra identidad porque, como escribió Eugenio de Nora, «nada queremos que borre el tiempo en nuestros corazones». Sí, para no repetir errores, para no creernos quienes no somos y para que no volvamos atrás cada vez que creamos estar empezando de cero es importante la memoria histórica, y en ese ámbito se enmarca este meritorio congreso. Pero esa memoria no debe de ser una obsesión que impida avanzar pues, como escribió Paul Celan tras sobrevivir al horror de un campo de concentración, «tan nocivos resultan tanto el recuerdo como el olvido cuando son absolutos». Recordamos así la epopeya ideológica y social de la II República, a la que tanto debemos, como quienes son capaces de sonreírle al ciclo de la vida sin resentimiento. Lo hacemos con un poco de nostalgia, un mucho de agradecimiento, sin complejos y superada ya cualquier resaca de remordimientos porque, como dicen los poetas, caminar con flema de revisor por las calles peatonales del recuerdo es bueno para el alma y para el cuerpo.

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