«El cerdito valiente»
La Asociación de Hosteleros del Barrio Húmedo celebró ayer las fiestas de San Martín con la tradicional matanza a la vieja usanza de un cerdo que se resistió a morir
La tradicional fiesta de San Martín congregó a un centenar de personas en la plaza de Don Gutierre que, convocadas por la Asociación de Hosteleros del Barrio Húmedo, vieron como esta agrupación daba «matarile» a un cerdo de más de ciento cincuenta kilogramos, cebado entre maitines. El puerco llegó desde el convento de las Concepcionistas hasta el casco antiguo, donde le esperaban sus verdugos. El gocho, que tenía hasta unos andares bonitos, no quería que se cumpliera el refrán: «A cada cerdo le llega...». Cinco personas tuvieron que agarrarle para subirle al banco, el del patíbulo. Allí se zarandeaba intentando agitar a la suerte, a ver si ésta le hacía un guiño en el último momento. La multitud jaleaba, no se sabe si por la matanza o por el orujo, que echaba un pulso al frío que dominaba la capital leonesa. Al final, un matarife del Ayuntamiento, pistolón en mano, adormeció al animal, para que lo degollarán cuando ya agonizaba por el efecto de la anestesia. Esta vez estaba bien dormido, al menos eso dijo el veterinario que certificó la muerte del puerco. Entre trompetas y tambores, lo pelaron, para luego quitarle las tripas. Ya se sabe «del... se aprovecha todo». Esta jornada no estuvo exenta de polémica. Un grupo de ecologistas denunció, con varias pancartas, «la bestialidad de las personas que organizan este tipo de actos». Hubo gente, incluso, que les increpó y tuvo que mediar un policía local para que la trifulca no llegara a mayores. Por su parte, el presidente de la asociación de hosteleros del Casco Antiguo, Raimundo Alonso, respondió diciendo que este año estaba todo controlado y que el gorrino dormitaba plácidamente. Antes le habían dado la última cena a base de lechuga, por si estaba poco cebado. Al final, la fiesta siguió, para casi todos, con bailes y danzas que amenizaron una matanza a la vieja usanza. Mientras, los asistentes al acto compraban papeletas para participar en un sorteo con el que te podías llevar al cerdo directamente a tu casa. Con el dinero que se recaudó se pagó a las monjas que alimentaron al gocho. Por lo menos, el animal recibió la extrema unción y del plato irá al cielo, al menos eso es lo que dijeron las personas que lo aniquilaron. Después, ya con el estómago lleno y con la cabeza aturdida, se dirigieron a la plaza de San Martín para celebrar la verbena, que se prolongó durante varias horas. Ya nadie se acordaba del animal, «el cerdito valiente», que intento librarse de la muerte y acabó escaldado.