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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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LOS LADRILLOS SON DE ORO y la actualidad de risa. O no es para reírse por no llorar eso de que ahora que todos deambulamos por las calles como posesos bíblicos arrastrando el peso de nuestras respectivas hipotecas -eso sí que es ejercicio físico, químico y diurético- va y sale a la palestra mediática don Paco el pocero. Eso. Paco, el contrariado constructor que quiere multiplicar por tres Seseña, llega a nuestros hogares de corbata y con rueda de prensa y todo. Sí, ahí tienen a don Francisco como una mezcla entre Jesús Gil y Paco Martínez Soria que pasa a ser estrella mediática de la noche a la mañana como premio de consolación por eso de que no le salgan bien sus trapicheos urbanísticos¿ ¡Pobrecillo! ¡Madre mía qué dolor! Quien se haya perdido esta semana la televisada rueda de prensa de Paco el pocero tiene en su vida un déficit de comedia. Se planta el tío, con perdón, ante la alcachofa, amenaza e insulta al alcalde con modales de Torrente el brazo tonto de la ley, explica que ese proyecto no es un pelotazo sino una forma de colocar en la urbanización la estatua de su querido padre y su santa madre, y finalmente sale con que esa movida inmobiliaria la está haciendo por el bien de los jóvenes y jóvenas porque en ese pueblo hasta que llegó él -señoras y señores cito textualmente- «sólo había hierba, mierda y un señor con un burro». Ahí es nada. ¡Paco presidente! Por si no lo teníamos suficientemente claro con lo de Marbella, Paco el pocero nos demuestra que la vista nos engaña y, donde creemos ver un constructor, en realidad hay un faraón. E igual que los faraones Paco el pocero quiere culminar su actividad profesional con una obra faraónica donde «las haiga» multiplicando la población de Seseña como hacen los profetas con los panes y los peces porque, como ya digo, la vista nos engaña y él, en vez de una constructora, lo que dirige es una ONG. Además y por si fuera poco el señor Paco, como un abuelo iluminado tras el quinto carajillo, -cito de nuevo textualmente, señoras y señores- va y señala que «lo malo de este municipio es tener un alcalde de presencia tan desagradable». Olé toro. Meémonos aún más fuera del tiesto y digamos que es que llueve. Sin duda para Paco el pocero en vez de que los ciudadanos votemos a nuestros alcaldes sería mejor que fueran elegidos en pasarelas de modelos o algo así pues lo que importa es su presencia física. Otra idea innovadora. ¡Paco, queremos un hijo tuyo! Luego don Francisco, Paco para los amigos, tras tanta incontinencia verbal tiene un repentino acceso místico ante las cámaras y se presenta súbitamente ante nosotros como un benefactor. Dice -cito- «lo digo yo que soy muy católico aunque no vaya nunca a misa» y su tono de voz pasa de pronto del de capitán de barco ballenero al de niño del colegio de San Ildefonso para darnos así pena, hacernos ver que es que el alcalde le tiene manía, que yo soy un buen católico y el alcalde es el demonio porque «quién es él para no darme a mí mis licencias». Sí señor. De ahí a pasar al chantaje diciendo que si en enero no le dan las licencias despedirá a tres mil trabajadores hay sólo un paso contando por los dedos, claro. Y, por supuesto, los trabajadores empiezan a montar una manifestación como Dios manda en ese mismo acto «sin que nadie les haya mandao hacerla», dicen, mientras uno se pone a pensar que tienen razón los ingleses que vienen de vacaciones cuando dicen que este país es muy cachondo. ¡Qué vueltas de campana da la vida! Antes los Pacos poceros de este país eran políticos pero desde que se ha descubierto que los ladrillos son de oro creo que les ha dejado de ser rentable la política y ahora ellos son nuestros constructores. Ya lo ven. No es extraño que, como les digo, el alcalde de la luna esté pensando en recalificarla para hacerla urbanizable que ahí es donde está el dinero chispúm porrón pompero. Madre mía qué dolor.

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