Diario de León

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PELAGIO suena a plagio y el Pelagio hispanogodo acabó en un Pelayo tan grandón que conquistó el don dando lanzada a moro muerto, pues ya nadie puede ocultar que la batalla de Covadonga que se adjudicó fue ganada más allá, en Cosgaya, por un corrimiento de tierras en las pindias laderas de aquel macizo montañoso, un gigantesco argayo que se llevó por delante a unos cuantos miles de sarracines que hubieran tardado en morir algunas décadas si hubieran querido matarles a pedradas, como se dice que hicieron (¿cuántos pedránganos tendrían que haberse lanzado y cuánta puntería hay que tener para descogotar desde el lejano alero de las peñas a sesenta mil moros que el cronicón cristiano asegura que hubo en el paso de Covadonga con su zarracina mortal?). Así que Pelagio, don, le robó el triunfo a la naturaleza y le valió una corona que le echaron a la testa en Valdeón y no en El Repelau, donde se sostiene el mito, la patraña. Las verdades de la historia están siempre empedradas de buenas mentiras, como la de un san Pelayo que por aquí y en santorales se tiene de cierto (y que alguno hasta le reza, aquel niño martirizado por Almanzor y puesto en piedra románica y sobresalida en la puerta del Perdón de San Isidoro) tras enviarle el rey leonés al palacio del califa a que se lo pasara por la cama antes que por la piedra (¡la cororna leonesa fomentando la paidofilia y alcahueteando!), pero demorando el folleteo final aquel santo niño-mentira por tres noches seguidas mientras prolongaba las sobrecenas y veladas contándole al fiero Al Mansur el cuento de la pera Elena, la de Murcia y otros acertijos galaicos. Aquel niño Pelayo jamás existió, pero la invención de un mártir propio y un enemigo sacamantecas y comeniños debió venirles de perlas al aparato de propaganda. Otro Pelayo-patraña es el que de nuevo traen a la noticia por decir que es tal la estatua ornamental (clasicismo gagá y quimérico) que coronaba el arco de la Cárcel y que ahora no hay quien le pille ni con galgos. De Pelayo (dígase pelagio sin e) tiene esa estatua lo que yo de mecánico de la Talbot, pero el leonesismo leonesoide quiso entronizarle así y hasta le llevan laureles, condimento indispensable en esta tierra siempre que se hable de lentejas para vender primogenituras y potajes.

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