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Publicado por
CARLOS G. REIGOSA
León

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POR casualidad acabo de ver un telediario de hace dieciséis años en el que el entonces secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, explicaba por qué habían fracasado las negociaciones con ETA en Argel en 1989. Su conclusión era clara: «Un sector de Herri Batasuna (HB), y no el más conocido por el público ni por los medios de comunicación, fue el que hizo fracasar las conversaciones». Según él, los terroristas no marcaron la pauta, sino que «lo hacían los del salón de al lado, que eran de HB». Lo que entonces planteaba Vera, negociador en Argel, es algo que ahora apenas se considera: que podemos no estar ante una única y monolítica Batasuna, sino al menos ante dos. Una que quiere el final de la lucha armada y el reingreso en las instituciones políticas y otra que sólo pretende chantajear al Estado con la amenaza de ETA hasta el logro completo de sus objetivos. ¿Cuál es la que lleva la batuta en estos momentos? La recién designada «comisión negociadora» de Batasuna acaba de afirmar que la solución a la crisis del proceso vasco está en alcanzar una «aproximación suficiente» sobre la metodología y la agenda de diálogo entre los partidos, que debe incluir la territorialidad y la autodeterminación. Nada menos. Pero el verdadero problema no está en este enunciado de máximos, que pueden suscribir todos los sectores batasunos, sino en la propia negociación en sí. Porque es en ella en la que, muy probablemente, se reproducirán las tensiones que resultaron insuperables en Argel, impuestas por grupos incluidos hoy en la ilegalizada Batasuna que rechazan «los viejos estatus políticos» y no parecen dispuestos a ceder en las cuestiones de territorialidad y derecho a decidir. Lo cual podría conducirnos a pasos agigantados a aquel 4 de abril de 1989 en que se rompieron las conversaciones de Argel. Por ello viene a cuento repasar lo que ocurrió entonces, porque es muy posible que sea la propia Batasuna, y no ETA, la que desee convertirse en el problema y en la solución a la vez, entre otras cosas para superar sus propias contradicciones internas. La pregunta es: ¿son verdaderamente superables? ¿O volverá a imponerse esa Batasuna menos visible de la que hablaba Rafael Vera?

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