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Gabino-Alejandro Carriedo, una trayectoria convulsa y singular

La obra de Gabino-Alejandro Carriedo ha sido investigada en su integridad por el autor de este artículo bajo la dirección del catedrático de literatura José María Balcells

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Mario Paz - león
León

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Cualquier vida humana tiene un desarrollo excesivamente breve. Cincuenta y siete años son un corto lapso de tiempo, sobre todo si se vive con intensidad. Además, el período transcurrido entre 1923 y 1981, años del nacimiento y muerte de Gabino-Alejandro Carriedo, estará lleno de hechos históricos y literarios convulsos. Carriedo nació en Palencia el 12 de diciembre de 1923. Su infancia no difiere de la de otros niños de entonces: juega con hermanos y amigos, lee con voracidad y ejerce brevemente de monaguillo. Sin embargo, la vivencia en carne propia de un conflicto fratricida no deja indemne al que lo sufre. Máxime si ello ocurre en un período tan lleno de vaivenes innatos como es la adolescencia. El estallido de la guerra civil sorprenderá al palentino con apenas doce años. Pese a vivir ese tiempo en la retaguardia de la ciudad provinciana, asistirá atónito a una serie de acontecimientos tal vez absurdos y tal vez incomprensibles para un preadolescente que aspira a ingresar algún día en el mundo adulto. Alguno de ellos dejará una profunda huella en el futuro poeta, como el fusilamiento de un muchacho un poco mayor que él, vecino y compañero de estudios, al que dedicará años más tarde una de sus más alabadas y conmovedoras composiciones, «Pequeña elegía a Manolo Rueda». A finales de 1941, una vez terminado el bachillerato y tras pasar por la Fábrica de Armas, decide ingresar, con sus escasos dieciocho años, en la Marina de Guerra, a bordo el Crucero «Almirante Cervera». Las razones de tal hazaña habría que buscarlas en un afán de aventura promovido quizás por el ejemplo de Cervantes y, tal vez, la lectura de Stevenson, de Conrad... Paradójicamente el poeta halla ahí la posibilidad de continuar sus ya incipientes aficiones literarias, pues traba amistad con otros vates como Pablo Antonio Bueno (futuro secretario de Baroja) o el murciano Fermín María García Sánchez, con quien comparte lecturas varias y enriquecedoras: Rilke, Papini, Valéry, Maurois, Russell, Bernard Shaw... Una úlcera de duodeno y un profundo hastío a la milicia serán causas más que suficientes para abandonarla e ingresar en 1945 en el Instituto Nacional de Previsión (INP). Frecuentará ahora los grupúsculos literarios de la ciudad del Carrión, creando la Peña «Nubis» (nombre latino del río). En ese entorno, bajo el magisterio de Dacio Rodríguez Lesmes, surgen sus primeros frutos literarios conservados, marcados por una tardía influencia modernista. De este periodo destaca sobre todo un libro maduro y de gran densidad creativa pese a la juventud de su autor: Poema de la condenación de Castilla (1946). Tanto en él, como en el póstumo El cerco de la vida (1947), se palpa la influencia del Tremendismo de Espadaña , especialmente el de Crémer, por quien siente gran admiración como hombre y poeta. La vanguardia en la capital Pero la vida provinciana resulta demasiado asfixiante y pronto siente la llamada de la capital y la vanguardia postista a través de su contacto epistolar con el gaditano Carlos Edmundo de Ory. Por ello se traslada a Madrid y, una vez allí, trata de revitalizar ese efímero movimiento prácticamente extinto. Ahora, de la amistad con Ángel Crespo y Federico Muelas surgirá una de las más pintorescas y extravagantes publicaciones de poesía de entre las muchas de esos años: El Pájaro de Paja (1950-1956), revista de irregular periodicidad, representativa de lo que ellos mismos decidirían denominar «Realismo mágico». En ella colaborarán nombres ilustres como Cela, Cirlot, Carmen Conde, Celaya, Gerardo Diego, Labordeta, Blas de Otero, Alcaide..., y además, por supuesto, los adalides del agotado Postismo: Eduardo Chicharro y Ory. Carriedo escribe mucho, pero publica poco: La sal de Dios (1948), poesía religiosa de ascendencia oteriana, La piña sespera (1948) y La flor del humo (1949), libros postitas, El otro aspecto (1951) o Del mal, el menos (1952). De todos ellos sólo este último verá la luz en esos años, aunque en la década siguiente dará a la imprenta su bestiario Los animales vivos (1951-1952). En el ámbito privado, abandona la función pública por el periodismo y se casa con Andrea Saiz con quien tendrá tres hijos. En la década de los sesenta ingresa en las filas del «Realismo social» y funda, de nuevo con Crespo, una revista singular, Poesía de España (1960-1963), en la que colaborará lo más granado del movimiento y sus alrededores: Leopoldo de Luis, J. A. Goytisolo, Gil de Biedma, Ángela Figuera, Celaya, Otero, Eugenio de Nora, Crémer, Dámaso Alonso, Alberti... Además se incluirán poemas de Machado y de autores extranjeros: Pavese, Egito Gonçalves, Cabral de Melo, Pasolini, Eluard, etc. Al mismo tiempo Carriedo publicará multitud de textos en ésta y otras revistas y, además, tres libros: Las alas cortadas (1959), El corazón en un puño (1961) y Política agraria (1963), participando de un Realismo social nada usual, cargado de humor e ironía. Sus pinitos como traductor lo llevarán a un mayor contacto con la lírica lusobrasileña, gracias a su colaboración en la Revista de Cultura Brasileña . También fundará una nueva publicación de título imposible e inequivocamente carrediano Breve relación casi periódica de poesía distinta y no homologada (1968), con textos de Mallarmé, Huidobro, Valente, Maiakowski, Cummings, de la Rica y Cabral de Melo. Ahora, de su vinculación al mundo de las artes plásticas y de la técnica, gracias a la fundación de revistas como Nueva forma (1966) y Maquinaria y equipo (1968), surgirá un libro como Los lados del cubo (1973), osado e incomprendido a partes iguales. En el momento de su muerte (6 de septiembre de 1981) había comenzado una lenta, pero decidida, recuperación de su figura y de la de otros compañeros de generación como Chicharro y Ory. El año anterior (1980) Hiperión editaba una antología de su obra con prólogo de Martínez Sarrión, Nuevo compuesto descompuesto viejo , en la que sacaba a la luz algunos inéditos. Pese a todo, con los años esa recuperación ha continuado imparable con la edición de nuevos títulos inéditos - Lembranças e deslembranças (1988), El otro aspecto (1999), El cerco de la vida (2002)-, alguna antología - Poesía interrumpida (Huerga & Fierro, 2006)- y una magnífica edición de su lírica completa con el título de Poesía (2006), editada por la Fundación Jorge Guillén, corriendo a cargo de Concha Carriedo y Antonio Piedra.

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