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Publicado por
Antonio Núñez
León

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EL PRESIDENTE de mi comunidad de vecinos, donde siempre hay gresca, es ferviente admirador de Zapatero y de sus innatas dotes para pacificar todo lo que toca. Cuando la última trifulca con los del otro portal por un asunto de goteras en los canalones concovó una «alianza de los bloques», si bien no se han puesto todavía de acuerdo en la derrama. En lo de la factura del ascensor, dado que los del entresuelo opinan que no es justo pagar lo mismo que los del ático, ha optado por subdividir el inmueble en diecisiete plantas autónomas, de abajo a arriba, tal que el mapa de España, cada una de las cuales consumirá según lo que aporte, o viceversa. El problema es cuando montan en el ascensor uno del segundo y el prejubilado del quinto y hay que calcular tarifas mancomunadas. Se ha acordado pedir al ministro Solbes uno de sus sudokus para ver cómo lo solucionamos, naturalmente contra reembolso. En tocante a la calefacción el problema es más peliagudo, porque, mientras los de arriba se asan y tienen que abrir las ventanas, los de abajo tiritan. Consultada la ministra Narbona sobre el efecto invernadero y los costes de un posible trasvase de agua caliente en un circuito al revés, o sea del piso de arriba para el de abajo, se ha limitado a decir que preguntará a los fontaneros de La Moncloa, aunque la cosa tiene muy mal arreglo. De momento seguimos negociando sobre la base de que, si los del ático no cotizan la calefacción para el entresuelo, que se arreglen ellos mismos las goteras. Existen igualmente dos pleitos con el resto del barrio por mor de una antena de telefonía móvil, que nadie quiere encima, y el alquiler de unos bajos comerciales para explotarla, cuyo contrato todos se disputan. Como tampoco sabe nadie si en lo de las nuevas tecnologías compensa lo comido por lo servido, váyase lo uno por lo otro, se ha convocado otra asamblea extraordinaria. El orden del día reza: «único asunto a tratar, lo el Intequín». Por último, habita también en el inmueble cierta familia poco amiga de relacionarse con el vecindario y que, por no dar, no aporta ni los buenos días en el saludo mañanero. En la Hermandad de Donantes de Sangre se les conoce como «los del RH negativo». Un hijo que les salió bala perdida nos tiene fritos a todos a base de botellones molotov cada vez que se le va la mano en el anís del Mono. Así que lo denunciamos y está procesado. En estos momentos se negocia con él un «proceso de paz», a vez si de una puñetera vez nos deja tranquilos. «Eso va para largo», nos animó Zapatero en el mitin del otro día. A veces tiene uno la sensación de que España es una corrala nada fácil de administrar, máxime cuando quien lo hace es tomado como modelo para gobernar mi escalera. A este paso hasta nos van a cortar la luz (opa a Endesa) y el agua (la Narbona). Y quiera Dios que no se ajunten el de ETA, el fiscal y el policía de barrio, como ya pasa por ahí fuera. Tú eres un paisano decente, bajas a la calle y a lo que te puedas encontrar se le llama «inseguridad ciudadana». Ni menos lobos ni leches, le digo a usted, señor juez. Aquí no hay quien viva. El chico de ETA sólo es capaz de razonar con la navaja en los dientes (robo de 350 pistolas en Francia), ninguna autonomía está sispuesta a pagar solidariamente el ascensor de toda la casa y el tejado de la España común está lleno de goteras. Encima, no paran de llover inmigrantes. En opinión de Narbona en este descampado siempre escampa, incluso demasiado, pero servidor es de lo que piensa que, con la que está cayendo, llueve sobre mojado. Zapatero, que no hizo la mili, anda por la vida con una bandera blanca imponiendo la paz por doquier: Euskadi, Irak, Líbano (esa es otra), los trasvases de agua del Tajo y del Ebro, Turquía, quince o veinte haciendas autonómicas para pagar las letras del ascensor (en castellano, catalán, gallego y vasco), guardias civiles en Haití, tropas auxiliares en Afganistán, donde el «efecto mariposa» puede derribar helicópteros, turistas subsaharianos en Canarias, rusos blancos que blanquean dinero negro en Marbella de quinientos en quinientos euros, etcétera. Con estos argumentos, cualquiera no se rinde. La única duda es quién se pone manos arriba, aunque, según Otegui, todo es negociable. «Si Zapatero no es pesimista», le dije ayer de coña al presidente de mi comunidad de vecinos, «tampoco veo yo razón alguna para que tú estés preocupado». «Vale», dijo el otro, «voy a dimitir y convocar elecciones anticipadas. ¿Pero puedo contar con tu voto?». «El patio de mi casa es particular y cuando llueve se moja como los demás, así que tranquilo y dalo por hecho», le juré. Con un poco de suerte lo reelegimos, lo aupamos a presidente de la ONU y se muda de barrio.

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