CRÉMER CONTRA CRÉMER
El aire de León
EL ALCALDE FELIZMENTE reinante se ha tomado la molestia de explicarnos cuáles son los diferentes motivos y circunstancias que han determinado a la corporación municipal a preocuparse del aire que respiramos, del aire que nos mueve, del aire que vamos desplegando los leoneses y sobre todo las leonesas al andar, al actuar, al hablar. (El aire que lleva/ la moza que adoro). En la exposición que el señor alcalde hace en un escrito público y publicado se especifican algunas de las modificaciones que han movido al organismo municipal a proporcionar al buen contribuyente datos tan preciosos como «Medidas para mejorar la calidad del aire», (que parece mejor un título apto para un poemario de poetas de barrio). Y entre algunos de los propósitos que mueven estos buenos deseos municipales se destacan por ejemplo la próxima licitación de nuevos tramos en la zona universitaria; la próxima instalación de autobuses menos contaminantes, y un largo y benéfico etcétera en el cual confiamos. Posiblemente, porque en política todo es posible, ante este calendario de buenas intenciones anunciadas por el consistorio, no falten críticos ácidos que diría algún compañero de desventuras literarias -y que al final el proyecto, que puede parecernos a nosotros, notablemente benéfico para el común de vecinos, como la Doña Ana de Pantoja del Tenorio: «imposible para vos y para mí». Y sin embargo aquí sí que convendría que todos pusiéramos en el proyecto nuestras manos, porque León necesita con urgencia un revoque general de fachada, de climatología y de luminotecnia. Ni respiramos bien, ni vivimos con la suficiente claridad, ni la calidad del aire y la limpieza acústica, ni por supuesto la vigilancia municipal, pueden proponerse como ejemplos a imitar. De ahí que así que llegaron a nosotros los ecos del discurso del señor alcalde se nos ocurriera acudir a nuestras reservas para solicitar con urgencia la atención que la ciudad tiene de un cuidado esmerado, al margen por una vez y sin que pueda ni deba servir de disculpa, para acometer estas y otras tareas que deben tender a mejorar la calidad del aire y a mejorar la calidad de vida. No es suficiente, señor alcalde, pronunciarse por un programa de realizaciones necesario y urgente, si estos buenos propósitos se quedan en lo hablado. Menos discursos, ilustres y beneméritos señores del concejo y más pan blanco, más hechos consumados, si estos redundan en la mayor gloria y provecho de la comunidad. Y cuando suene por todas las campanas municipales la hora de la realidad, recuerden que la mejora de la calidad del aire, como la mejora de la calidad de vida no se hacen mediante conjuros o discursos, sino con la realización de aquellas obras que sirven efectivamente para mejorar la estampa de la ciudad y faciliten la vida de sus habitantes, en la seguridad de que si esto se lleva a cabo sin detrimento de la economía, general, el pueblo os lo agradecerá y hasta os votará para lo que fuere, si de esto se trata en definitiva. Que ya lo decía mi tía Federica, la del pueblo: «Obras son amores/ y no buenas razones».