Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El que no pide no mama

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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HUBO UN TIEMPO en la historia de León y en la de España en el cual solamente pedían los que tenían que pedir. Y algunas madres pobres, que pobre fue San José, el carpinterillo de Nazaret y pobre la María pura que lavaba pañales a las orillas del Éufrates o del Tigris o del Jordán, pues quería decir que algunas madres pobres, nacidas y criadas -sobre todo criadas- en estas tierras de pan llevar, les decían a sus hijos: «Id por las calles a ver si tenemos suerte y tropezáis con alguna señorona que os de limosna». Y los niños, obedientes (que no eran entonces los hijos como son ahora, que se lo gastan en coca), se echaban a la calle y a la puerta de la Basílica y de la Catedral y del Santo Marcelo de los barrios ricos, extendían la mano y pedían «por el amor de Dios». Y así se iba haciendo la sociedad, a fuerza de hambres, de inmigraciones y de visitas a la Casa de la Caridad, que repartía comidas y cenas a los transeúntes. Como la costumbre y la necesidad de pedir se hizo indispensable para la supervivencia de los pueblos, éstos, los pueblos, las aldeas, los alfoces, las pedanías, comprobando que en este país nuestro de cada día el que no pide no mama, se tiraron al campo y se pusieron a pedir, lo necesitaran o no. Y pidieron los unos y los otros y los de más allá, por si la pertinaz sequía, por si la tormenta con rayos, por si el desbordamiento del charco de la era, por si los garbanzos y el incendio de la pradera, por si la escuela, por si el campo polideportivo, por si esto y por si aquello, que no parecía sino que la boca se les hubiera hecho un fraile por la constancia en la limosnería. Y viendo los que no necesitaban pedir, porque ya contaban con lo suficiente y más para vivir como curas, comenzaron a pedir los organismos: que si los Ayuntamientos a las Diputaciones, que si éstas a las juntas autonómicas, que si las juntas al Gobierno de la nación, que si los curas párrocos a los constructores de viviendas baratas, que si los unos a los otros. Y entonces, el estado, que, en puridad no es sino un pobre inmenso e insaciable, comenzó a extender sus agencias a diestro y siniestro, desde Hacienda y a través de agentes especiales. Y llegó un momento en que pareció que en vista de lo bien organizada que estaba en España la caridad, la limosna, la subvención y el apoyo social, se aceptó el cupo de inmigrantes en patera o en cayucos o a pie para que fueran incorporados al cupo de parados con que la provincia, el estado y el cabildo, acogieron a tantísimos hambreados como andan por los mundos, tal como si fuera España y León por añadidura los únicos lugares en donde cabía acoger navegantes y acoger con los brazos y los presupuestos abiertos a todos los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan. Nos dicen como si se hubiera descubierto una mina de engrudo en la Calle Ancha, que en León están siendo recogidos los náufragos sobrantes de las Islas Canarias. Y se espera que en este ejercicio, una vez que se arregla lo del tripartito catalán, el número de inmigrantes se incrementará en un sesenta por 100. En vista de lo cual, se avisa que está próxima la hora en que todos nos echemos a pedir, porque el que no pide no mama.

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