Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El móvil, el móvil, el móvil

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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COMPRENDO PERFECTAMENTE que a lo que debía dirigir mi atención como cronista oficial gratuito de la ex-villa torreada que es León, hasta que la muerte acabe su misión destructiva, como sucede con la cerca o muralla de San Francisco, pues digo y repito que comprendo que a lo que debía atenerme en esta hora de la creación de cartas al lector, debiérase ser la fundación del tripartito II en la gobernación de Cataluña, después de aquel tripartito, que cayó en el pozo negro del descrédito. No menos importante, sobre todo para los intereses leoneses, sería la anotación de consideraciones políticas y humanas, de la sentencia de muerte mediante la horca, del extiranosaurio Sadam de la región mártir de Irak, con la consiguiente condenación por nuestra parte de la fórmula de la muerte como instrumento corrector de la sociedad. Pero es que lo que de verdad nos inspira, nos conmueve y nos impulsa es la desventurada acción educativa del Colegio o Instituto de Ponferrada, «Virgen de la Enzina», en el cual se dio la barbarie de tres muchachas estudiantes, agrediendo a una compañera hasta dejarla lisiada, sin que el profesorado ¡ay! pudiera impedir esta acción desestabilizadora de la ética de los unos, de los otros, y de los de más allá. Son estas ocasiones para que un cronista que se preciara incidiera en la biografía de la ciudad y emitiera su juicio ejemplarizante. A cambio de estas situaciones urgentes y necesarias nos vemos obligados a tratar de la Navidad y el móvil. El aparato de mano y de oreja se ha impuesto de tal manera en los usos y costumbres de la sociedad leonesa que se asegura que de cada diez leoneses contantes y sonantes, nueve, disponen y usan el móvil, pegado a su linda oreja, según las cifras facilitadas por telefonías móviles de España. Y esto no digo yo que sea alarmante, que en peores situaciones nos hemos visto, pero sí que resulta preocupante dadas las normas de conducta, de educación y de comportamiento que se manejan en la Península Ibérica y ciudades de su reino. Aquí la niña o el niño que en llegándose el momento de pedirles a los Reyes el correspondiente aguinaldo no se salen con un móvil con todos sus múltiples usos como regalo. Y los abuelitos, un tanto asustados con el invento, se dirigen a sus nietos y les preguntan: «¿Y ese aparato para qué, con lo poco de que se habla y con la limitación de preocupaciones importantes que las nuevas generaciones acarrean?». Y los jóvenes sonríen, porque comprenden que los ancianitos ya no están ni para móviles ni para inmóviles, porque a éstos salvo la fuga del Inserso no les queda sino esperar sentados a que venga la muerte siempre tan callando. Mediante el móvil, aseguran los chicos y las chicas «modelnas», disponemos al alcance de todos los compromisos, todas las ciencias que adelantan que es una barbaridad: la fotografía, el cine, el diálogo con el compañero y la cita con la compañera, la solución a cualquier problema escolar y la grave presunción de los chicos y de las chicas que creen que con el móvil, lo tienen todo. Con razón se canta: «Si el móvil me dice ven, lo dejo todo». Todo, absolutamente todo...

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