Nueve de cada diez belgas creyeron la falsa noticia de la escisión del país
Nueve de cada diez espectadores de la Radio Televisión Belga Francófona (RTFB) que vieron el programa especial que anunció el miércoles la falsa independencia de Flandes creyeron que la noticia era verdadera y que su país había dejado de existir, según una encuesta que publicó ayer el diario Le Soir, el de mayor tirada del país de entre los publicados en francés. «¿Ingenuidad? ¿Alucinación co-lectiva? ¿Credulidad a prueba de bombas?», se pregunta Le Soir en su portada. Desde que la RTBF simuló durante un hora la segregación política de flamencos y valones, Bélgica se ha desatado en dos debates paralelos: por un lado, se cuestiona si los periodistas y directivos de la cadena sobrepasaron los límites de la ética informativa, pero, por otro, se pregunta si su gracieta ha servido para nutrir el argumentario de la ultraderecha secesionistas, o, por el contrario, para reforzar la maltrecha unidad del país. Experimento Con respecto al primero de esas discusiones, los responsables de la cadena han ido rebajando el tono triunfal con el que justificaron al principio su experimento, a medida que se daban cuenta de que habían arriesgado, y probablemente perdido, toda la credibilidad del canal público y de sus in-formativos. El diario francófono La Libre Belgique, segundo más vendido, les hizo probar su propia medicina con una portada que presentaba una foto a media plana del administrador general de la RTBF, Jean Paul Philippot, bajo un titular a cinco columnas que anunciaba su destitución. Eso sí, un pequeño titulillo advertía: «Esto podría no ser una ficción». ¿Por qué lo creímos? La respuesta a la pregunta que ayer se hacían los belgas y que servía para titular el editorial del periódico más prestigioso del país tiene dos respuestas: la ciudadanía se tragó el bulo porque el envoltorio en el que la RTBF lo sirvió es el mismo que rodea a la información veraz, de ahí que, para muchos, la cadena pública no haya hecho más méritos que violar todos los códigos que sostienen la credibilidad de prensa. La segunda respuesta es que la división política y social entre flamencos y valones no es una entelequia, sino una realidad que la opinión pública maneja desde hace tiempo. Mientras los partidarios de la hipótesis secesionista se relamen pensando que la RTBF les ha ahorrado años de trabajo, hay quien cree que todo esto ha servido para que los belgas se den cuenta de que es hora de que ambas comunidades estrechen lazos si no quieren que la ficción acabe siendo verdad.