CORNADA DE LOBO
Don Francisco
CUANDO a alguien le llaman Paco es que quieren quitarle el don; y aunque aquí se le diga Paco, del don Umbral nadie le apea, ni del señorío de la letra, pues pluma señora es la suya y moja en el magisterio de quienes, tocando el plomo del alma de las palabras, logran hacerlo oro con su alquimia del lenguaje. Es el caso. Nos confirmaba Luis del Olmo el otro día que está bien malito Francisco Umbral y no aguardaré un desenlace fatal y sorpresivo (cuyo aplazamiento sine die esperamos y exigimos al destino) para consignarle lo que siempre relegamos tras las muertes sentidas sin que entonces sirva para nada, panegírico póstumo que se queda en cebada al rabo... o mentira. Y si algo de medicina tiene el halago y el reconocimiento, sea esta columna una botica surtiendo, si así fuere, su efecto sanador. Umbral es un real lujo porque es genio e ingenio con botas de siete leguas sobre el vulgar barro de los días y su prosa, sobre el placer del spleen o en la crónica noble de los sine nobilitate , snobs, que se dice. Discutido, polemista, desclasificado, bronco con el tonto listo o el listo de rosca pasada, siempre por su vereda, perro sin collar, collar sin correa... Por eso no cae bien a un número necio de rogelios de escalafón y rojilias del despendole en vogue para quienes en algún momento tuvo un beso de tornillo y un sopapo al bies. La izquierdina le ve como traidor al patronazgo moral de trinchera al que fue convocado por rendida admiración y devoción (¡cuánto le querían quienes decían «Umbral es de los nuestros»!); y la derechona cavernaria o reciclada bufa cada vez que se les pone fulminante y cinicón con esa sorna mordaz que desbarata y enfurece, sorna de satiricón acrateras. Esta virtud de no caer bien ni a tirios ni a troyanos da idea de que la suya no debe ser mala senda. Pero sin duda, es su senda, la de trabajado pavés bien ensillado, la de creación discurrida a la que los demás prestamos oreja ladrona y lápiz al rebufo porque somos pupitre desde el que aprendemos leyéndole, regustándole o discrepando. Gracias, maestro, gracias, Paco con don. Y si ladraron, es que cabalgaste, como lo haces, aun desde el lecho dictando a tu mujer los placeres y los días para reírte de una muerte que algunos te anuncian, otros animan y muchísimos lamentaremos. Que no llegue.