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PUES a mí me chifla el belén, ese gran teatrillo de rincón casero, de inmensa sacristía o atrio cubierto. Me gusta por eso, por ser teatro de gran cajón, una maqueta del universo... porque hay que ver qué azul cósmico (noche americana lo llama el cine) envuelve y arropa al belén dándole un horizonte plagado de estrellas como lluvia de chispas y plantándole una luna en lo alto y un cometa al bies. Ahí está todo: el pueblo, las casitas dispersas, el castillo, los prados con sus cercas, el molino, chozas, enjambre de figuritas, policías armados a la puerta del palacio de Herodes, angelitos y angelotes, ovejas... y un río sinuoso con sus pontonas y todo, lavanderas en la orilla, patos nadando o en hatajo de pastoras no muy lejos de unas vacas frisonas que jamás soñaron en Palestina... y hay pastores recostados en torno a un fuego de leña sobre el que se alza una trépede de palo de la que cuelga una caldereta de freir migas para ponerse como guarros pobres y, al lado, un angelote que revolotea porque está ahorcado de un olivo allí plantado para anunciar a los gañanes y zagales la buena nueva de que no muy lejos, en una cuadra de Belén y arropado en un pesebre, bajo el vaho calentorro de un buey y una mula que a veces es más grande que el buey (¿dónde se vio?), acaba de nacer el hijo de Dios y que hay que ir a adorarle llevando en los zurrones manteca, quesos, calcetines de lana y un cordero enrrollado al pescuezo, un lechacito, qué menos, la ocasión lo exige, a posar... Si por él fuera, mi cuñado Pepín, que es un primores con estas maquetas del universo navideño, metería en todos los belenes los puertos y majadas de Vegabaño, los chozos de Sancenas o casas de montaña como la de Vitalino en Genicera... y ovejas mil, apriscos para las paridas y corralines para los corderos. Porque los belenes guapos son los que llevan mucho paisaje y esas grandes y agujadas montañas que se hacen con tela de saco y papurria de escayola con mucho colorete, musgo a esgalla, escoria de antracita para los montes de lava... y, hala, échale harina por todo lo alto, que en la tele han dicho que mañana nieva... En Nápoles -también por aquí- suelen robarse figuras. De crío pillé alguna oveja (es lo que menos se nota). Hay tradición secreta que autoriza a tangar algo del belén. Pero ¿por qué siempre robábamos a los pastores?...

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