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Publicado por
CARLOS G. REIGOSA
León

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ESTÁ CLARO que las tropas internacionales que acudieron a Afganistán con el amparo y la bendición de la ONU no hicieron ese viaje para cosechar una derrota y dejar aquel país tan mal o peor de lo que estaba. Basta leer las declaraciones hechas en su día por los líderes occidentales para detectar la determinación y el compromiso -es decir, la firme voluntad política- que los movilizaba en la lucha contra el terrorismo talibán y de Al Qaida, fundidos en sus propósitos. Entonces no había dudas sobre el objetivo -necesario para la paz mundial- de lograr un Afganistán democrático, sin mulás tiránicos ni terroristas exportables. Y también sin burkas, ¿recuerdan? Pero el tiempo no pasa en vano, y esa firme voluntad de antaño ha sufrido una fuerte erosión, con un gran debilitamiento. Tanto que la propia Otan se ha negado a aprobar una pequeña ampliación de 2.200 efectivos para crear una unidad móvil de apoyo en el sur, donde mayor es la belicosidad de los talibanes. Es un síntoma especialmente preocupante, porque la situación no se ha normalizado en el país ni los talibanes han sido derrotados de un modo irreversible. Esto lo saben todos los países comprometidos en el apoyo al Gobierno legítimo afgano de Hamid Karzai, pero pocos están dispuestos a responsabilizarse y ser consecuentes asumiendo mayores esfuerzos. Particularmente desconcertante es la actitud de Alemania, Francia, Italia y España, que han dictado tales restricciones operativas y geográficas a sus tropas que su labor apenas puede ir más allá de una oenegé (armada, pero no combatiente). Lo cual es, en primer lugar, insolidario con los estadounidenses, canadienses, holandeses y australianos que libran fieros combates en Kandahar y el sur del país, y que parece que son los únicos que saben a qué han ido allí. En segundo lugar, esta actitud alienta a los yihadistas, que ven enfrente a unas tropas reducidas a defenderse y sin posibilidades reales de atacar. Es el mal camino en el que se ha entrado. Perder en Afganistán ya no es un imposible, porque algunos países han olvidado el objetivo antiterrorista y de defensa de los derechos humanos que los llevó allí. Por ello, si no hay enmienda, habrá derrota.