CORNADA DE LOBO
Tururú, que se va
DICTAN los versos de viejo villancico: «La Nochebuena se viene, tururú, la Nochebuena se va, tururú, y nosotros nos iremos, tururú, y no volveremos más» . Vaya. Qué alegría?. Es la muerte detrás de la risa o trenzada en el atracón, es otra vez este ibérico existencialismo trágico que reboza de pesadumbres nuestra mirada larga, los horizontes. Somos así. Nos gusta matrimoniar la fiesta y la desgracia. Qué carácter el de esta tierra. Son los fata morgana del estrecho navideño que hay que cruzar en el cascarón de una nuez o en una cesta que naufraga en lo consabido haciendo aguas por cada costura de mimbre. Que se persone la muerte, nos decimos. Y los primeros que roerán nuestra nostalgia siendo mentados o recordados en el cenorrio de hoy serán los ausentes, los que jamás se sentarán entre nosotros con el clásico «¡otra vez langostinos!». Las Nochebuenas se inventaron para que podamos consignar que cada año se pierde algo más. ... y nosotros nos iremos y no volveremos más... Si se trata de una promesa para no tropezar de nuevo en esta noche que a no pocos les parece cáliz, es mentira. ¡Claro que volveremos el año próximo! Y cantaremos otra vez lo mismo: ...la Nochebuena se viene, tururú. Así que volverán a someterse a la evidencia rindiendo sus fortalezas pretendidamente inexpugnables la Asociación de Enemigos de las Cuñadas, el Frente de Liberación del Regalito Decretado, la Federación de Atravesaos, la Plataforma per la Laicitat del laicismo Bendito, el club navideño de Amigos del Caribe o el sindicato de Pastoras Desbragadas. Y capitularán humillando su pabellón, escribirán postales más falsas que la burra blanca de un gitano, comprarán lotería diciendo que no juegan, multiplicarán las cenas navideñas de empresa, de peña o de partido, se abroncarán en el clásico dilema «¿con tus padres o los míos?», comprarán regalitos papanoeleros para esta noche y otros tantos para el día de la monarquía mágica, ese seis de enero que gobiernan en tripartito unos Magos capitidisminuídos. En fin, seguirá todo igual, en la necesidad del rito, aunque sea hueco, empotrados en la ceremonia social y familiar para que nos podamos palpar la camisa y pensar que aún no hemos muerto, que no nos hemos ido para no volver jamás... ¿Y tú, se dice ahora, cómo pasarás la Nochebuena: bien... o en familia?