El paisanaje
El pesebre
SEGÚN el señor obispo, la Navidad es fiesta sagrada en la que se conmemora el nacimiento de cierto Chaval que vino al mundo para ver qué tal estábamos y poner orden. La verdad es que no puede decirse que naciera con buen pie: lo parieron de viaje cuando el gobierno hacía un censo de judíos para cuadrar el presupuesto, nació en una cuadra porque ya entonces había por estas fechas overbooking y, por no tener, la familia no tenía ni una pobrina estufa de butano, así que se las apañaron para el calor con los alientos de un buey y una mula, como hasta hace no tanto se criaron mis abuelos en tierras de La Cabrera: los animales abajo, los de dos patas arriba y, encima de todos, el señor alcalde. Dicen los compadres gitanos que no quieren ver a sus hijos con buenos principios, de lo cual hemos deducido el obispo y un servidor que, teologías tomistas aparte, Dios debe de ser medio romaní y, sin ánimo de blasfemia, gafe, aunque pudo ser peor: si en aquella época las cosas iban mal con Herodes no vea usted ahora con Hamás y Al Fathah o, si en vez de la huída a Egipto, hubiera tenido que emigrar a Alemania cuando Hitler. En fin, las cosas que mal empiezan por Navidad mal acaban por Semana Santa y la humanidad sigue sin escarmentar. Hoy se celebra una fiesta entrañable, pero totalmente pagana -se dice por la visa- en la que todos nos reconciliamos con las cuñadas, El Corte Inglés enciende las luces, la empresa paga una extra para que no se indigeste la nómina del resto del año y los maestros, como es natural, cogen dos semanas y pico de vacaciones. Hasta aquí lo normal. Este año, sin embargo, comienzan a proliferar belenes laicistas que invitan a retirar de los colegios el pobrín Belén de las figuricas de toda la vida, so pretexto de que la Constitución y la libertad de creencias no los amparan. Por mí, que ya no creo en los Reyes Magos, como si quieren poner en el portal lo de «expropiado para alquiler» por aquello de que lleva vacío unos 2006 años, y sustituir el buey y la mula por una opa a Endesa. Pero no hay derecho a hurtarles a los rapaces la historia, aún a riesgo de que ya entonces fuera tan inverosimil para los hombres de buena voluntad como la alianza de civilizaciones del paisano Zapatero, mesías laico de las inversiones del Bernesga, las cuales, igual que pasaba en el Jordán, no parecen de este mundo. O, por lo menos, no aparecen en esta legislatura. A riesgo de pecar doblemente de incrédulo, lo del Inteco en León, la Ciudad de la Energía en Ponferrada y la multiplicación de los panes y los peces en Villablino y el Páramo dejando de cavar las minas para extraer electricidad y petróleo biodiésel con el arado es otro misterio como el de la Santísima Trinidad. Delante del nacimiento intenté darle explicaciones a mi hija, pero fui incapaz: tampoco ha nacido aún nadie que me lo explique a mí. La gente, en general, es partidaria de que le dejen en paz, por lo menos en estas fechas y no les compliquen la vida por un quítame allá el Belén de todos los años. Hay familias a lo clásico que prefieren adoptar, como San José al Niño, teniéndolo bien arropado, y las hay que optan más moderna y laicamente por colgar a Papá Noel del balcón en una escalerilla que nunca se alcanza a trepar del todo, Qué frío a la escandinava debe de pasar el jodido de él con el clima de León. Pero todos son felices y procuran no molestar al vecino, cosa que tiene su mérito. En cuanto a la retirada por decreto de los entrañables belenes en los colegios, además de ser tan hortera o más que el nacimiento del Musac, se podría aceptar siempre que el director o la directora del centro renunciara, a su vez, a la paga de Navidad. Hay que ser muy poco consecuente para creer en Dios y no en Hacienda. Y, si encima son republicanos, lo obvio sería también dimitir de la paga del 18 de Julio, fecha funesta donde las haya que algunos se empeñan en resucitar para las nuevas generaciones de españolitos al cabo de setenta años, nada comparable al Belén: aquello no tiene nada que celebrar, porque no fue un naciomiento, sino el matadero. Ya de paso podrían renunciar igualmente al puente festivo de la Inmaculada y de la Constitución monárquica y al de la Patrona de agosto en su pueblo. Tenemos, y eso está muy bien, una Constitución aconfesional que deja a cada cual creer en lo que le da la gana, faltaría más. Por ejemplo, servidor cree a pies juntillas en la Virgen de Castrotierra, la que manda sobre las aguas del cielo de mi pueblo, cada vez que anda de secaño en el alma. Lo malo es que, como dicen los de la Valduerna, cuando no se seca el río llueve sobre mojado y nos inundamos hasta el cuello. A la mula y al buey de mi Belén particular se la suda Zapatero. No se yo por qué él la tiene tomada con nosotros.