CRÉMER CONTRA CRÉMER
¡Más madera! ¡Es la guerra!
CON QUE EN ESTO de lo mal que iba la guerra de los tres tenores (Aznar, Blair y Bush), se reunieron los dos supervivientes, Blair y Bush y contemplaron el panorama con cierto desconsuelo, al comprobar que no había matado a todos. Y después de muy serias pláticas de familia, acordaron que en vista de lo visto convenía para los intereses de los protagonistas del fuego, poner en práctica otra estrategia, esta vez sin contar con Aznar, no con Zapatero. No hubo necesidad de llamar a retreta a algunos de los países dudosos entre seguir matando o dejarlo para otro día, sino que por la autoridad que se tomaban por su mano y de acuerdo con la capacidad de fuego que les está concedida, decidieron entre los dos representantes de los países mejor armados, en representación de aquellos que o contaran con bombas inteligentes, ni con superbarcazas de invasión, solicitar de nuevo más madera, porque la guerra contra los harapientos irakíes no tan solo no iba bien, sino que amenazaba acabar como en el Vietnam. Y algunos de los países implicados acordaron ceder más tiempo, más dinero, más armamentos y más muertes, a los dos campeones de la civilización occidental y cristiana. Esta vez no recurrieron a la España de Otumba y de Esparraguera, porque el país andaba prestando ayudas caritativas en distintos pueblos en armas, como Afganistán. Y siguió sonando el cañón en las áridas tierras mártires de las Áfricas en armas. El rsto de los pueblos que por designio de la Providencia, más que por el instinto humanitario de los políticos, se habían librado de la prestación de más soldaditos para seguir matando y seguir muriendo, se pusieron muy contentos y ya libres de miedos, dedicaron sus tiempos festivos, a cantar villancicos y a comer turrón de Jijona. En tanto y en cuanto, se comprobaba también que en esta tierra nuestra el índice de parados se había desbocado y ya superaba los dos millones de trabajadores sin trabajo; así como los sobrantes humanos del Senegal, sin hacer caso de visitas más o menos importante, se negaban a prohibir a sus fieles súbditos que viajando a España por ejemplo, o a Italia, o a Francia, entre otros países acogedores como hermanitas de la caridad, y respondiendo a las demandas de los unos y de los otros para que se estuvieran quietos en sus chozas, al abrigo de la lumbre y en esperadle bíblico maná, repitieron una y otra vez que no, que lo mismo que los españoles salían de la Península en busca de aventuras a otros países, también ellos tenían derecho a buscarse el zeneque en España, que es tierra de panaderos, por la cantidad de bollos que se amasaban en su tahonas. Y siguieron cayendo cayucos tripulados en las acogedoras costas de Levante, playas las de Lloren, dichosos los ojos que te consiguen ver... Se buscan soluciones a fuerza de zambombazos, sin querer enterarse de que muy bien pudieran los pueblos acogedores de hambreados que con ellos, que parecen ser que forman el excedente humano de nuestro tiempo podrían formarse, sin necesidad de arrastrar a la muerte gente de paz, que no se le ha perdido nada ni en el Irak, ni en Afganistán. Es un decir...